Editorial

Mariel Turrent – Divagaciones

Mariel Turrent

Divagaciones


 

24 Libretas

Las primeras palabras que escribió Sara en aquel cuaderno de tapas duras que le había dado su padre fueron río, luna y libertad, además de otras más raras que le salían por casualidad…

Carmen Martín Gaite, Caperucita en Manhattan

Cuando yo era pequeña mi abuela tenía una libreta negra, motivo de comentarios, chascarrillos y burlas de sus hijos y yernos pues en aquella libreta anotaba cada centavo que se gastaba para que mi abuelo se lo rembolsara. Mi amigo-socio Miguel, tiene la manía de construir sus propias libretas y mi amigo-hermano Manolo, lleva siempre consigo tres o cuatro y una pluma verde. Manolo va anotando durante el día diferentes cosas. No todas las libretas tienen la misma información. Él es muy ordenado. Siempre compra el mismo tipo de libreta y las va guardando de manera que en su oficina personal es impresionante ver la cantidad que ha acumulado. Sus libretas no solo guardan la información de su vida entera, también dibujos hermosos, y datos interesantes de sus viajes. En algunas hay hasta pequeños recuerdos que va pegando.

A mí también me gustan las libretas. En la secundaria nos enseñaron a encuadernar y yo hice una muy bonita con hojas de colores y la pasta de tela acolchonada y bordada que usé para iniciar mi diario. A diferencia de las de Manolo, mis libretas no son tantas y todas son diferentes. Hace algunos años, pensé que no quería que nadie leyera mis diarios y los quemé. Pero conservo libretas donde anoto los libros que leo, otras con frases que me gustan y también mis agendas, en las que anoto pendientes y alguna que otra cosa que sucede en el día. Tengo una libreta donde escribo con letra ilegible todas mis frustraciones para deshacerme de ellas, y otra en la que escribo algunos cuentos, poemas o lo que se me ocurra cuando no quiero usar el teléfono o la computadora. Esa libreta en especial es la que me más me gusta, porque está desordenada y tiene muchos apuntes en los que la imaginación y la realidad se vuelven un solo universo.

A los escritores nos encantan las libretas. Leo a Juan José Millás narrar un viaje que hace con el paleontólogo Juan Luis Arsuaga a la sierra de Madrid. Dice Millás: «Conducía él para que yo pudiera tomar notas en un cuaderno pequeño, de tapas rojas, que compré hace años en una librería de Buenos Aires y que reservaba para escribir un poema genial que parecía que iba a llegar y que no llegó. Ya ni lo espero».  Recuerdo entonces una pequeña libreta roja que compré en la tienda del Museo del Prado esperando algo similar: un texto digno de aquel hermoso cuadernito. Ese recuerdo me hizo pensar en las diferentes libretas hermosas que tengo en espera de que lleguen textos honorables a habitarlas. ¿Debería acaso, como Millás ya no esperarlos?

¿Estarán destinadas mis libretas a morir vírgenes cual monjas de clausura formadas en mi librero y sin poder hablar?

En algún momento escuché decir a Juvenal Acosta cómo buscaba siempre en todas las papelerías libretas marca Ideal, hasta que encontró un puesto en el mercado de Medellín en la Colonia Roma de la Ciudad de México donde podía abastecerse.

Y para quien quiera saber más de libretas les diré que dicen que las más extraordinarias son las de Guillermo del Toro, cuyos dibujos son una verdadera obra de arte. Y cierro esta divagación recomendándoles un artículo en Medium con fotos de libretas famosas que definitivamente vale pena ver. Me sorprendió el orden de la de Albert Einstein y la letra de hormiga de Charlotte Brontë. (https://medium.com/@luchalibro/7-libretas-de-apuntes-de-famosos-escritores-m%C3%BAsicos-e-intelectuales-badfd8d036b3).

 

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