Editorial

Pasajes de Cantos lejanos – NORMA SALAZAR

RADIOGRAFÍAS

Pasajes de Cantos lejanos

NORMA SALAZAR

Enredaderas de gruesos troncos trataban de alcanzar la altura de pilares verdes. Hojas anchas hacían sombra sobre sombra mientras el sudor de rocíos tardíos goteaba sobre la tierra nunca seca.

Oscuridad de esmeraldas y de jades, oscuridad de infinitos colores. Cantos de aves tornasol y quetzales, roce de plumas al aire y lianas columpiándose por monos aulladores. Ligera niebla flota al ras del suelo capturando hilos de luz que se reflejan en ojos de primates apreciando las alturas y lejanías.

Entre el resto de plantas hay madera que se extiende hacia el inalcanzable cielo con su pluma cerrada. En medio del agua vaporosa suspendida hay madera lisa que oye a lo lejos a la savia correr por las ramas al ser cortadas por hojas metálicas casi oxidadas. Oye el crujir del denso follaje aplastado por anchas suelas y huir a millares de insectos de pasos incesantes, su interior se inquieta. Manos callosas le apartan hojas secas a su alrededor, manos quemadas y velludas intentan apartarla pero su masa se duplica. Ganchos de acero vencen a la caoba anclada en la tierra mientras se agotan las poleas improvisadas de cadenas grasientas.

Rocas transparentes intentan separar al tronco de su raíz y el rugir de roncas voces bajo tierra ensordece al hombre imprudente.

 

II

 

Fue el hombre a sentarse en el árbol con cuyas torceduras le esperaban y un aroma enredó sus pensamientos. Cubierto de ramas, vio voces que le mostraron un serás pero nunca mencionaron ni el cuándo ni el cómo. El hombre se embelesó ante el desfile de imágenes adueñadas del fuego, del agua, del aire y de la tierra.

Enterró sus manos en el suelo, traspasando el tapiz de hojas y arrancando el humus de su lecho. Embadurnó su cara, tornándose lodosa, pestilente y sonriente.

El caminar del hombre se volvió pesado, fijo sin rumbo y un manto sin luz pendía de sus pies, cubriendo a las montañas, a los arbolados dejando sólo resaltar a la neblina, eco del vacío interno.

Granizaba sangre quebrantando el silencio, lanzaba lamentos en los que el recuerdo se extinguía y fundía en el suelo.

Las tierras del norte eran un valladar oscuro visto desde el sur; aún de día, nubes de tormenta al ras del sueño, dominaban sus altas montañas que se pendían en el azul eterno del olvido.

El hombre envuelto en sueños caminó con la mirada perdida oyendo el paso del tiempo fuera de sus nucas dominios.

Extinguió con sus manos vidas diminutas que aún flotaban vagamente y se halló solo en medio de inmensas columnas de acerina, mientras el árbol retorcido sonreía…

Las tierras del norte comenzaron a extender sus raíces hacia el sur devorando pastizales y cultivos. Día a día se veía en el lindero| asomarse al hombre del inmenso manto, mirar y profundamente a la armonía y quebrarse cristal por cristal…

Fue cuando los druidas formaron un circulo blanco con sus cuerpos y hablaron en runas antiguas.

 

FOTOGRAFÍA 1: CLAUDIA SHAPIRO

FOTOGRAFÍA 2: SUSANA CASARIN

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