Editorial

El Corazón en las Cabalgatas – Gloria Chávez Vásquez

EL CORAZÓN EN LAS CABALGATAS

Trata a este mundo como yo; como un caminante, un jinete que se detiene a la sombra de un árbol por un tiempo, y luego prosigue su camino. — Idries Shah 1924–1996

                                                                                               Gloria Chávez Vásquez

Amansador y jinete experto, testigo de la historia en vida. Luis Alberto Betancourt (Armenia 1953) creció entre caballos, aprendió a montar, a poner herraduras y a manejar los aperos, con su padre, en Balzora, la finca familiar. Fue un chico díscolo que pasó por tres colegios religiosos: San José, San Luis, San Francisco Solano, antes de ingresar, voluntariamente, a los 15 años, en la escuela militar José María Córdoba en Bogotá. Lo hizo inspirado en el general Jaime Polanía, que llevó a Corea (1951-53) el Batallón Colombia.

En la academia, Lucho aprendió disciplina, valores morales e intelectuales de académicos de alto calibre. Su conocimiento equino le resultó muy útil en la escuela de oficiales, por lo que fue asignado al picadero. Cuatro años después se graduaba como subteniente.

A cargo de un batallón y tras una gira de casi 4 años que lo llevó por gran parte del territorio nacional, desde la costa, hasta los Llanos Orientales, pasando por la Goajira, fue trasladado a Cartago, con la infantería dura en la Serranía de la Macarena donde se habían empotrado las Farc. Allí presenció el desborde de las guerrillas, apadrinadas por religiosos jesuitas y políticos como Alfonso López Michelsen.

Los altibajos del café

Abrumado por la violencia y la muerte de compañeros de jornadas, el subteniente Betancourt decidió retirarse del ejército y regresar a sus raíces en el eje cafetero. Colombia acababa de experimentar la bonanza del café y los caficultores gozaban de fortunas que, algunos dilapidaban emborrachándose y quemando billetes, literalmente, en los burdeles. Los nuevos ricos podían ser tan escandalosos como los narcos, que pisaban fuerte, en ese entonces, por tierra colombiana.

A la bonanza siguió la caída de la economía cafetera atacada por la roya, la broca y la producción a gran escala de Brasil. Cuando los precios cayeron, muchos cafeteros se arruinaron. Las tierras pasaron a otras manos- mayormente compradores bogotanos. Agobiados por las deudas, los caficultores comenzaron a alquilar fincas con propósitos turísticos. De paso programaron entretenimientos, como los recorridos en cabalgata para disfrute del paisaje, así como el canotaje y balsaje en los ríos locales.

Con la idea de “Cabalguemos por el Quindío” Betancourt se alió con un ingeniero que había iniciado los recorridos en el Valle de Maravelez. Carlos A. Velásquez puso los caballos y Luis A. la supervisión, el entrenamiento y los aperos. Entre las temporadas de turismo, vacaciones de fin de año, medio año, y puentes festivos, la hacienda Balzora como base, la empresa creció vertiginosamente. Los recorridos generaron una economía que benefició a todo aquel asociado con las cabalgatas.

Hasta el 2000, cuando Luis A. se fracturó 3 vertebras en un accidente de mula. Tras un año de recuperación, trabajó como instructor en el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA)donde conoció a Olga Lucia Vieira, maestra de los telares. Hace cinco años viven en El Refugio, en las afueras de Cali a 2 horas de Boquía, el caserío de Salento, donde tiene las pesebreras o caballerizas, (ahora a cargo de su sobrino). Su tiempo transcurre entre la supervisión de las cabalgatas, el entrenamiento de vaqueros y su avidez por la lectura y conocimiento de la historia.

Como empresario aprendió que el turismo de cabalgatas tiene tres fases: La primera oleada, la de los más pudientes, paga sin cuestionar, pero no vuelve; la clase media, que regatea, pero exige y la tercera oleada, el turismo de hoy, es la del grupo que llega en bus, trae almuerzo y comida y se hospeda en carpa para luego disfrutar la cabalgata por la rivera y el fenómeno natural (en colores espectaculares) que es el encuentro de Rioverde con El Quindío y su desemboque en el rio La Vieja.

El Caballo criollo

El caballo es un animal muy sensible y perceptivo, —dice Luis A. —Ha estado con el jinete en las buenas y en las malas, ha sido depredado por hombre y animales, pero en lugar de atacar, escapa para buscar a la manada. Bien adiestrado, acude al silbido de su entrenador o jinete. El caballo de paso colombiano, o criollo, es noble, inteligente y muy resistente. Se luce en las exposiciones equinas como Agroexpo y Copa América, entre otras.

Tener caballos finos, bien preparados para las competencias es uno de los retos de los amantes de la equitación. Como el 60% de sus características genéticas vienen de la madre, el buen ejemplar se selecciona por la línea materna. Siendo monogástrico, (tiene un solo estómago) es necesario proveerle pastos de alta proteína y mantenerlo bien hidratado. Según la zona y condiciones del clima debe ser el recorte de su pelaje.

Los colombianos son apasionados de los caballos y la equitación. Las cabalgatas están muy arraigadas porque es una actividad que reúne a la familia y juega un papel importante en el desarrollo social. Los aficionados viajan a los eventos, desde el paseo por el campo, hasta el desfile en la ciudad durante los festivales, donde los más considerados acatan las reglas y costumbres de los lugares donde se realizan.

La cabalgata de cabalgatas en Colombia es la que recrea La Gesta Libertadora, desde Tame (Arauca) hasta el páramo de Pisba (Boyacá), con el acompañamiento de las tropas del ejército y la policía. Otras como la de Titiribí Antioquia y la de Villa de Leyva son muy prestigiosas.

La Federación Nacional Colombiana de Asociaciones Equinas (Fedequinas), representa 24 asociaciones y sus actividades en todo el territorio nacional: festivales, cabalgatas, exposiciones, avaladas por el Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural. Expide, además, los registros y lleva el Libro Genealógico de la Raza de los Caballos de Paso.

Los estigmas

La organización de protección de derechos del animal, AnimaNaturalis Internacional denunció el maltrato a los caballos en la cabalgata de la Feria de las Flores de Medellín (2012) en la que participaron unos 6.000 equinos, (Record Guinness en 1996 y 1999). Entre los abusos se mencionaban las largas horas de marcha de los caballos sobre el pavimento, personas borrachas o bebiendo licor en sus lomos, burros cargando equipos de música (burrotecas) con sonidos estridentes que causaba estrés en los animales. Acto seguido, el Concejo reguló el evento para garantizar el bienestar animal.

En la última cabalgata de La Feria de las Flores (2013), los amigos y familiares del desprestigiado clan de los Ochoa, exhibieron el retrato de Juan David Ochoa Vásquez, muerto de un infarto unos días antes. La Policía de Medellín apresó más de un centenar de jinetes borrachos que se habían liado a golpes y maltratado a los caballos. Las cabalgatas se cancelaron, generando un efecto dominó en Colombia al que sobrevivieron solamente las de la Feria de Manizales, en la capital de Caldas, las de San Pedro en Neiva; la Fiesta de la Virgen de la Candelaria en Cartagena, y la Fiesta de la Ganadería en Montería. En Medellín, la cabalgata fue reemplazada por La Cicleada en la Feria de las Flores.

Un reporte reciente de la Fundación Paz Animal, afirma que las cabalgatas se han ido eliminando debido a que muchos ciudadanos no saben comportarse y ponen en riesgo no solo a los jinetes sino a los caballos. En los últimos siete años los tradicionales recorridos equinos de las ferias de Cali, Armenia, Bucaramanga, Pereira y Buga, fueron suspendidos por accidentes fatales relacionados con abuso de licor y maltrato animal. Pero el golpe de gracia fue la publicación de Los caballos de la cocaína (2014), de la periodista investigativa de El Tiempo Martha Soto un libro que documenta la conexión de los caballos con la mafia de la droga, infiltrada en todos los estamentos nacionales.

En defensa de una tradición

Es innegable que una cabalgata requiere normas de seguridad estrictas que deben ser enforzadas por autoridades y organizadores: vigilar que los ejemplares estén en buenas condiciones de salud, bien herrados, alimentados e hidratados; seguridad para las personas y equinos; identificación minuciosa de los participantes; control policial de los indisciplinados tomadores de licor, que acostumbran a beber sobre el caballo. El coctel a caballo puede ser letal.

De acuerdo con Luis Alberto Betancourt, una cosa es la cabalgata y otra el comportamiento humano. En los eventos donde se siguen y respetan las reglas, las cabalgatas transcurren felizmente. La fórmula es controlar el consumo de licor, drogas y todo lo que haga daño a la salud y bienestar, tanto de humanos como de animales. Eliminados los riesgos, no hay razón para acabar con una tradición que contribuye, no solo la cultura sino a la economía de un país, como bien lo demuestran las famosas cabalgatas en Estados Unidos y en México.

Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista, educadora reside en EE.UU. Es autora de entre otros libros, Mariposa Mentalis (Novela), Oda Perdida (poesía), Opus Americanus (cuentos).

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