Editorial

XVII Festival Internacional de Poesía ´Palabra en el mundo´ – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

XVII Festival Internacional de Poesía ´Palabra en el mundo´

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Recientemente acudí al XVI Festival Internacional de Poesía ‘Palabra en el mundo’, del 26-27 de mayo (2023), en la hermosa ciudad de Morelia, Michoacán (Mex), coordinado por el núcleo PCSUR Morelia-Mintzitani, que es parte de un movimiento nacional e internacional. Este grupo es un colectivo de ciudadanos que aman y ejercen el placer de las artes, y que se han dado a la tarea de establecer vínculos con otros artistas alrededor del mundo para realizar este festival de manera simultánea en el mes de mayo; y según entendí, son ya más de 30 países que realizan este festival. Las actividades estuvieron bajo el cuidado de Raúl Castelo Hidalgo, Evelia Flores y Sian Ka’an Castelo, directora temporal del grupo, quienes además de ser excelentes anfitriones, son humanistas y amantes de las expresiones culturales.

En las actividades que se desarrollaron en estos días pude conocer finalmente y convivir con el poeta y editor tamaulipeco, Ramiro Rodríguez, director de Alja Ediciones, a la maestra y poeta Estela Guerra Garnica (México), al escritor Abel S. Badillo (Houston) y al grabador y versión live-action de Funes el memorioso Eduardo Vargas López (Tamaulipas). También conocí a escritores como Diego Subercaseaux (Chile), Baudelio Camarillo (Tamaulipas), Pepe Sánchez (Cuba), Santos Velázquez (Michoacán), entre muchos otros interesantes artistas.

En este festival hubo presentaciones de libros, un taller de poesía ecfráctica dirigido por Ramiro Rodríguez, presentaciones musicales, lecturas de obra, y una simpática festividad al árbol de la paz para celebrar la esperanza por el porvenir de nuestra humanidad, una pequeña jacaranda en la llamada Bibliotequita, un quiosco a los pies del acueducto donde el parque se estremece con la alegría de los niños que corretean alrededor. Y es que eso es para mí Morelia, una enorme jacaranda que va transformando todo lo que toca, sus calles coloniales y orgullosas de su pasado minero, la amable gente que busca su día a día, hombres galantes y mujeres encantadoras, tan bellos en su trato como en su persona e inteligencia.

Para mí fue un enorme gusto conocer físicamente a Ramiro, con quién he tenido interacciones virtuales en casi 10 años, desde que participé en algunas de las antologías a las que convoca de vez en vez, y quien tuvo la confianza de publicarme íntegramente uno de mis poemarios, que justamente, también tiene jacarandas dentro. Las calles de la ciudad, La Facultad de Letras de la Universidad Michoacana, los parques, y cada recuerdo de este viaje, se hilvanan con las raíces profundas de un árbol, extranjero, pero que llegó a ser parte fundamental de muestra identidad, de la infancia, de la vida misma. Somos criaturas de símbolos y expresiones, y no puedo más que maravillarme de la visibilidad de la poética en su expresión más pura: la humanidad de las personas con las que tuve el privilegio de compartir cuando menos, un tramo de la vida.

Además, la humildad de los demás compañeros de letras es una lección renovadora del espíritu, ya que este tipo de encuentros ayuda no sólo a cuestionarse a uno mismo como escritor (si se me concede la licencia), sino que da nuevas formas de entender y de gestionar la creatividad, reconociéndose en los demás por el mismo placer de liberar el espíritu a las complejidades de la existencia. El caso de Eduardo Vargas y Estela Guerra, ambos tan diferentes, pero tan iguales, que comparten su saber y opiniones sin miramientos, transparentes y directos, dejando ver las genuinas preocupaciones que tienen como personas, y como artistas. Y finalmente, el buen Abel, un hombre alegre y escandaloso que disfruta la vida un momento a la vez, y que posee esa franqueza del tamaulipeco, pero ese orden del Texano.

El trabajo que realiza este colectivo reúne a pintores, músicos, escritores, bailarines, y cuantas más expresiones de la complejidad del ser humano. A lo largo de las actividades que han hecho, y que dan testimonio en su página de Facebook, se entiende la vitalidad de los Morelianos por crear, por compartir, y por valorar el enorme trabajo que se hace en la entidad, adoptando a los viajeros, e impulsando especialmente el trabajo de las mujeres y los jóvenes para integrarse en este tipo de actividades. Además, me sorprendió que hay muchas mujeres jóvenes ejerciendo actividades importantes, tanto en la academia, en los espacios de gestión cultural, como en la a veces ingrata vida del divulgador cultural. Las redes a su alrededor son fuertes, y me queda claro que los morelianos son una de las maravillas de Michoacán (como si no tuviera otras dignas de presumir), aportando con elegancia al gran entramado del quehacer cultural nacional (e internacional) con su sofisticada inteligencia.

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