Denisse Ascencio
Conversaciones del Taller Malix
Tema 1: La diferencia entre una mujer y un hombre
Parte 12 No apto para sensibles
No apto para sensibles
En el siglo veinticuatro y medio, entre los especímenes humanos y los trans-especies había un gran revuelo a la hora de asistir a la zona cero. Se decía que era el único lugar de toda la tecnopoli donde la llamada naturaleza reinaba; una tierra salvaje donde se usaba luz eléctrica, un sistema de comunicación con aparatos móviles y el arcano internet, lo que lo convertía en un lugar ideal para vacacionar.
Lo más destacado, y por lo que en realidad todos acudían, más allá de un tipo de retiro tecnológico, era el circo. Una deslavada y desgastada cúpula, con banderines y pancartas de espectáculos de siglos pasados. En la entrada un viejo cartel hacía las veces de guardia: “No apto para sensibles”. Una ventana al pasado que desafiaba la lógica, la sensibilidad y los avances de los últimos tiempos. Los artistas eran una amalgama de carbono que utilizaban nomenclaturas anticuadas como: “él” y “ella”. Su lenguaje exclusivo y despectivo hacía que pronto se alzaran voces terminando las palabras con “e” o “x”. Como debía de ser. Aunque pasado unos cinco minutos desistían y observaban la función.
Aquel día, el circo estaba repleto de espectadores ansiosos por presenciar el acto estelar. El telón se alzó lentamente revelando un escenario simple pero intrigante. En el centro, un grupo de artistas se habían reunido, todos vestidos con trajes coloridos y extravagantes que variaban según sus actos, contrastando fuertemente con la uniformidad de los tecmitas.
De un lado se encontraban personas de trajes de tonalidades pastel, sutiles, pero elegantes. Su terso rostro reflejaba una amplia gama de emociones, desde la alegría y la compasión hasta la tristeza y la ira. Su destreza se enfocaba en flexibilidad y era armonía en movimiento. Era un deleite ver cómo ejecutaban acrobacias perfectamente sincronizadas, cada uno de sus pasos fluyendo con gracia y precisión. Figuras estilizadas, voluptuosas en su norte y sur. Les llamaban mujeres.
En contraesquina del escenario, un grupo de artistas vestidos con trajes oscuros y extravagantes desafiaba el peligro y la gravedad en un número de equilibrio. Sus rostros, en contraste con los de los artistas de tonalidades pastel, mostraban una serenidad profunda y una concentración asombrosa. Sus cuerpos se movían con una lentitud hipnótica, oponiéndose y retando la percepción del tiempo y el espacio. Parecía que estaban en comunión con las leyes naturales del universo mientras realizaban sus impresionantes proezas de equilibrio. Siluetas aguerridas y musculosas: eran hombres.
Ya era noche cerrada cuando el presentador salió al escenario con un sombrero de copa y un bastón, irradiando un aire de misterio y nostalgia. Con una voz profunda y melancólica, anunció el acto principal de la noche: “Bienvenidos al Circo del Pasado, aquí la tradición se encuentra con la vanguardia en un espectáculo que desafiará sus sentidos y su comprensión. Prepárense para presenciar una actuación que los transportará a una era olvidada, una época de dualidades y diferencias. ¡El acto estelar de esta noche es un verdadero regalo para sus ojos y sus mentes modernas!».
Nuevamente el telón se abrió y la música comenzó a llenar la carpa. En el centro del escenario, una pareja se destacaba: él vestía un traje elegante de esmoquin, mientras que ella lucía un vestido largo y deslumbrante. Bailaron con gracia y elegancia, como si el tiempo se hubiera detenido. Sus movimientos eran suaves y sincronizados, una danza que evocaba los bailes de salón.
El público quedó hipnotizado por la actuación. A medida que el acto avanzaba, los espectadores comenzaron a darse cuenta de que estaban presenciando algo más que una simple exhibición de habilidades. Estaban viendo una representación de una época en la que las diferencias de género y roles eran muy marcadas. Pero a medida que la actuación continuaba, también se daban cuenta de que esta pareja estaba desafiando esas diferencias de una manera que nunca habían visto antes.
Al final, uno salía con más preguntas que respuestas pues aún después de tan magistral espectáculo la línea nunca fue más nítida y más difusa a la vez:
¿Qué diferencia hay entre un hombre y una mujer?
Denisse Ascencio, nacida en Jalisco, aunque más chilanga que la torta de chilaquil. Creció con sus abuelos, su madre y su hermana y a ellos debe la pasión y devoción a las letras. Licenciada en mercadotecnia por la Universidad Del Valle de México y especializada en mercadotecnia digital es uno de los jóvenes talentos del taller de escritura creativa de Malix Editores.