Editorial

La Filosofía del Pacifismo – Gloria Chávez Vásquez

La Filosofía del Pacifismo

“La tiranía es implacable y cruel porque es cobarde y débil.”

                                                                                       Romain Rolland

Gloria Chávez Vásquez

Las movilizaciones contra el conflicto entre Israel y Palestina introdujeron el año pasado, en ciudades como Nueva York, la cancelación de las navidades en plena nochebuena. Su propósito no era protestar en paz o transmitir un mensaje pacifista, sino crear confusión y producir el caos, dos elementos asociados con el terrorismo urbano.

Desafortunadamente, este tipo de “pacifismo” no es más que la recusación y obvia hipocresía de los grupos de espalda al terrorismo de las guerras de guerrillas y las tiranías en muchos lugares del planeta. Los mismos que se valen de medallas y premios para promover a los cómplices de la violencia.

Han desaparecido los gestos de buena voluntad, como el de la no violencia al estilo de Mohandas Gandhi, que liberó a su patria sin las armas. No se escuchan voces razonables invitando a participar de un genuino pacifismo como la de Romain Rolland que supo diagnosticar los síntomas de la primera y la segunda guerra mundial.

Un filósofo de la paz

Los libros, artículos y ensayos de Romain Rolland fueron muy leídos y discutidos en Europa durante la primera mitad del siglo pasado. Lo suyo era un pacifismo sincero y genuino. Y es que dedicó su vida entera a buscar medios efectivos de comunión, conciliación y comprensión entre las naciones. Su amigo y biógrafo, el escritor austríaco Stefan Zweig, dijo de él, que Rolland había sido “la conciencia moral de Europa”, durante los años de agitación y guerra en el Viejo Continente.

Hombre de gran formación cultural, Rolland recibió el Premio Nobel de Literatura en 1915 “como tributo al elevado idealismo de su producción literaria y a la simpatía y el amor por la verdad con el cual ha descrito diversos tipos de seres humanos”.

Su ideal pacifista le inspiró la novela Clérambault, lo llevó a fundar la revista Europe en 1922 y a interesarse por el hinduismo y las teorías hindúes sobre la no violencia. Su obra maestra, Jean Christophe, es una serie novelada de aprendizaje que plantea los problemas del hombre pacifista contemporáneo a través del relato de la vida de un músico.

La India

Sus libros sobre Gandhi, Ramakrishna y Vivekananda, contribuyen a su reputación como biógrafo e intérprete de la cultura hindú en Europa. Rolland escribe sobre el Mahatma: “Al principio nada sorprende en él más que una expresión de gran paciencia y grande amor. He aquí al hombre que ha sublevado a 300 millones de personas, quebrantado al Imperio Británico e inaugurado en la política humana el movimiento más poderoso desde hace más de dos mil años.”

Fascinado con los filósofos de la India y de sus enseñanzas escribe: “Si hay algún lugar en la faz de la tierra donde todos los sueños de los [seres humanos] vivos encontrarán un hogar desde los primeros días de cuando el hombre comenzó el sueño de la existencia, ese sitio es la India”.

El hombre

Romain Rolland nace en Clamecy, Francia, 1866, en el seno de una familia de notarios, de tradición protestante y republicana. Su infancia transcurre en la provincia y de estudiante se traslada a París, donde ingresa en la Escuela Normal Superior (1886). Estudia filosofía, pero la abandona pronto, porque le repele la ideología dominante. Concluye estudios de historia en 1889 y pasa dos años en la Escuela de Arqueología de Roma.

Le apasiona la música. En Roma conoce a Malwida von Meysenbug —amiga de Nietzsche y de Wagner— con quien descubre las obras clásicas italianas, decisivas en el desarrollo de su pensamiento. Cuando regresa a Francia, obtiene su doctorado con la tesis Los orígenes del teatro lírico moderno y su disertación Una historia de la ópera en Europa antes de Lully y Scarlatti.

Su carrera literaria comienza en el teatro. A su regreso a París, estrena su pieza teatral Los lobos, basada en el Caso Dreyfus. Como parte de su documentación dramática sobre la revolución francesa, compone Danton (1900) y Catorce de julio (1901).

Al igual que Tolstói, con quien lo comparan sus contemporáneos, Rolland profesa un humanismo y amor idealista por la vida. Se involucra en la redacción de los Cuadernos de la quincena de Charles Péguy. Renueva la musicología con sus estudios sobre Handel y Los Músicos de Antaño, seguido de Los Músicos de Hoy. Expresa conceptos sobre el heroísmo humanista en la Vida de Beethoven (1903), obra que se convierte en referente de toda una generación. A este se añaden La Vida de Miguel Ángel (1905) y La Vida de Tolstói (1911).

El maestro

Profesor de historia en escuelas de Francia y Roma, enseña luego Historia de la Música en la Sorbona. Pero, su verdadera vocación es la del escritor. Hombre exigente y tímido, de pocos amigos debido a sus muchas ocupaciones, sus relaciones con la gente son más bien distantes. La de Romain Rolland es una existencia solitaria, al margen de los círculos literarios.

Seguro de que podría vivir dedicado a la literatura, renuncia a la universidad en 1912.  Desterrado a Suiza por su activismo, se traslada a las playas del Lago Lemán, donde se dedica a escribir. En Colas Breugnon recrea a sus ancestros en una especie de parodia.

Durante la Primera Guerra Mundial, R. Rolland defiende su posición pacifista, en libros como Por encima del conflicto y Los precursores, que causan protestas airadas en Francia y Alemania. A estos se añaden El alma encantada y las Grandes épocas creadoras de Beethoven, verdaderos estudios sobre el arte y genio de los creadores. Rolland regresa a Francia en 1919, después de la guerra, para convertirse en un escritor comprometido con la paz.

En 1935 viaja a Moscú donde conoce a Gorki y a Stalin. Se convierte en el embajador no oficial de los artistas franceses en la Unión Soviética. Pero conciliar el marxismo con el misticismo oriental le resulta imposible. Su hambre de justicia le sume en la eterna y elusiva búsqueda por la paz. Su vida y obra son una constante aspiración hacia la luz, en la que trata de expresar un concepto de la vida y los valores individuales superiores, dentro de la realidad histórica y la convivencia social. Dos años más tarde regresa a Francia.

Mantiene correspondencia con las figuras más importantes de la literatura europea de su tiempo, desde Tolstói y Gorki a Rilke y Stefan Zweig. Viaja con frecuencia a Suiza e Italia. Sufre problemas de salud y solo en la escritura de sus obras, encuentra la verdadera paz.

Acaba de publicar un drama sobre Robespierre (1939) cuando lo sorprende la Segunda Guerra Mundial en Suiza. Se refugia en Vézelay pero la ciudad es ocupada por los alemanes en 1940.  Allí escribe la biografía de su amigo Charles Péguy y su ensayo autobiográfico El viaje interior en el que se describe a sí mismo como un representante de las “especies antiguas”.

Muere algunos meses después de la Liberación de Francia en 1944. Ocho años más tarde, su Diario de los Años de Guerra aparece publicado.

Para Romain Rolland “La vida es una serie de muertes y resurrecciones” en la que “cada cual lleva en sí mismo un pequeño cementerio de los que ha amado.” Según él, “basta un instante para hacer un héroe, y una vida entera para hacer un hombre.” Su idea de lo que era el pacifismo, compartida por varios de sus amigos escritores, muere con él. Como Zweig, Rolland termina por concluir que las conflagraciones son cumulativas e imparables dada la naturaleza de las personas que alimentan estas “carnicerías” y se nutren de ellas. El resto de la gente no se da cuenta del peligro hasta que se convierte en tragedia.

Pasaran muchos años antes de que la humanidad aprenda el precio de la guerra. Solo entonces será posible hablar de paz y vivir, vigilantes, para conservarla.

 

 

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