Claus Lahusen Mariscal
Conversaciones del Taller Malix
Tema 2: Sustancias peligrosas
Parte 2 Sustancias que cambian esencias
Lo suyo siempre fue la música. Desde pequeño José Manuel, cantaba y bailaba que daba gusto. Con unos añitos más descubrió el placer de sacarle el sonido a cazuelas y ollas con las cucharas de palo de la cocina. Canción que oía, le encontraba el ritmo perfecto para acompañarla.
Ya en la escuela entró a la banda para hacerle honores a la bandera sonando su tambor. Siempre se le oyó decir a Pepe que él iba a ser músico, cosa que producía una sonrisa entre incrédula y burlona, hasta el pleno rechazo de su padre. “´Tas tu loco, quieres trabajar de mariachi…, que músico ni qué nada. Tú te quedas aquí con nosotros a trabajar el campo. Ya me urge que crezcas para que me ayudes”. Nunca quiso escuchar a Pepe, él ya lo había decidido y decretado.
Años más tarde, Pepe, que no quitó el dedo del renglón y estuvo investigando opciones para seguir su sueño, dio con una institución donde daban formación musical para chicos y jóvenes de bajos recursos, para formar con ellos orquestas sinfónicas.
Como camino alterno acudió con la abuela, la madre del padre, que lo quería mucho. Ella estuvo de acuerdo en apoyar a Pepe y a escondidas lo acompañó desde su pueblo en Tlaxcala hasta la ciudad de Puebla en un tedioso recorrido en autobús de más de una hora.
Llegaron a un lugar hermoso, la antigua fábrica textil “la Constancia”, restaurada por una empresa privada para albergar este proyecto musical. Lo que vio y escuchó ahí los cautivó y motivó aún más a Pepe de seguir su sueño, especializándose en las percusiones. Muy a regañadientes el padre acabó dando su consentimiento, pero hizo responsable a su madre para darle seguimiento.
Fueron años muy difíciles: entre no desatender la escuela, los largos viajes las Puebla, los ensayos y apoyar labores en su casa.
Como Pepe destacaba por sus habilidades, ya para entrar a preparatoria la institución le ofreció un plan para residir en Puebla en una comunidad de estudiantes y también le consiguió una beca para estudiar en una escuela-universidad (UV). Ahí la suerte de Pepe cambió.
La población estudiantil, adolescentes de clase media urbana, encontraron en Pepe, bajito, moreno, tímido, el campesinito extraño/naco un blanco perfecto para enfocar sus ataques de burla, devaluación y violencia. Lo que lo salvó fue su don con los tambores. Alguna vez un compañero lo invitó a una tocada, en la que sus habilidades despertaron gran emoción. A partir de ahí se fue integrando a este grupo, reunidos por la música y el relajo. A pesar de sus dudas, resistencia y miedo, acabó cayendo en la invitación e insistencia de entrarle al alcohol, al cigarro, a la mariguana y lo que se presentara. En esos estados Pepe se sentía libre, suelto, eufórico y, sobre todo, que pertenecía a ese grupo, que ya era uno de ellos.
Pero obviamente estos nuevos hábitos dejaron secuelas. Cuando regresaba al pueblo a ver a su familia, lo notaban raro. Un día la abuela le expresó seriamente sus preocupaciones y temores. Estas palabras no hicieron más que aumentar la angustia en Pepe, que sabía que andaba en cosas malas. Provocaron una gran sacudida en todo su ser. Lo invadió una gran culpa, de haberle fallado a la abuela, a su gente, a su comunidad y sus valores, a la institución que tanto lo había apoyado, en fin, a todos los que habían creído en él.
Comprendió que lo había hecho para evadir la vergüenza, de sentirse poca cosa, no digno de ser aceptado, perdido en un mundo desconocido. Pero ahora sentía vergüenza de sí mismo, por haber tomado un camino peligroso que no sólo no lo llevaría a dónde él soñaba, sino lo llevaba a un precipicio.
Salió a caminar en la noche por el campo, sintiendo la tierra bajo sus pies, respirando los aires frescos, perdiendo la vista en el cielo estrellado, siguiendo el ritmo de sus pasos, de los latidos de su corazón, dejándose limpiar por la energía de la naturaleza en que había nacido y crecido.
Ahí, Pepe decidió retomar su camino. Para esto dejó la escuela y optó por terminar la preparatoria abierta. La mesa directiva de la institución quedó decepcionada con este alumno estrella que no quiso aprovechar la “maravillosa oportunidad” que le ofrecían. Nunca consideraron las implicaciones pueden traer consigo las buenas intenciones. También logró salir solo de la adicción a las drogas fuertes, sólo recurre a la mariguana, cuando está ansioso.
Ahora ya terminó la licenciatura en música, en la misma institución. Forma parte de la orquesta principal de Esperanza Azteca y está buscando una beca en Europa. Ya no tiene que avergonzarse de nada, es más, está orgullos de sus logros, al igual que su familia de campesinos, iniciándose en la música clásica, cuando reconocen a su niño al fondo a la izquierda de la gran orquesta, sacándole un ruido tan bonito a sus instrumentos.
Claus Lahusen Mariscal, es diseñadora gráfica y Sicoterapeuta Gestalt; Trabaja con Eneagrama, Musicoterapia, Arterapia y Reiki. Forma parte del Taller de escritura de Malix Editores.