Editorial

TANATOLOGIANDO – LAURA SALAMANCA L.

TANATOLOGIANDO

LAURA SALAMANCA L.

MI MELANCOLIA

 

Al sillón dental.

A 7 años y medio de ausencia, y pasando el día del odontólogo, dedico esto al sillón dental, después de 30 años, añorando lo recuerdo, con cada niño corriendo a sentarse lleno de curiosidad, o ya a sabiendas que sentiría algo diferente, pero inquietante, sensaciones nuevas para él quizás. Y cuando tan nerviosos en un mundo de travesuras y de desastres, algunas veces con ganas de sentir esa paz, primero al lugar donde yo comúnmente los llevo y a sentir sensaciones placenteras, para que después, en un estado de conciencia alterada pero seguro, de que no podría pasar nada desagradable, con los ojos cerrados viajando a otros mundos añorados por ellos y más, cuando con su carencia económica a veces ni la feria conocen, imaginan cosas, lugares agradables a la vista y al gusto, saboreando dulces o algunos platillos favoritos que incluso han disfrutado solo una vez, trasladándose a ese mundo maravilloso, o en algunos casos siguiendo un cuento o una película preferida, al abrir sus ojos ya su espíritu se encuentra en otra dimensión, la cual les lleva a aceptar cualquier cosa sin ninguna molestia ¿quién podría hacer sentir mal a alguien que está tan feliz?   Dispuestos a efectuar su tratamiento incluso con anestesia algunas veces. Para ella o él, niña, niño, joven, adulto, mujer, hombre, anciano, anciana, todo es igual para todos, ellos sentirán una sensación de plenitud al ir a consulta y el sillón sintiéndose importante ya que los mantiene, los soporta y guarda esas emociones de cada uno de los pacientes. Ese sillón que ahora está ocupando otro especialista, ese sillón que nunca volverá a ser usado por mí, esos niños que si se dejan bien y si no, ni modo que regresen otro día cuando sus padres hayan hablado con ellos aunque estén a punto de perder sus piezas dentarias, no serán atendidos en ese momento y regresaran a casa solo con medicamento siendo que al cabo del tiempo no volverán y crecerán con mas temor a acercarse a un consultorio dental.

Ese sillón azul, que se amoldó a mis necesidades, a mis niños, a mis viejitos, a mis enfermos mentales, esa lámpara que alguna vez le quito el dolor de su pierna ausente que por frialdad sufría, en tiempo de lluvia ese señor con síndrome depresivo, que no sabía cómo pagarme y me regalaba objetos que el mismo fabricaba, a ese esquizofrénico que llegaba ordenando lo que se le tenía que hacer, a esas madres solteras que llegaban muertas de miedo por la situación que habían vivido con el padre de sus hijos, a esas divorciadas, a esos jóvenes con problemas existenciales, a ese esposo con problemas económicos, a todos ellos que confiaron en mí, y a todas las personas que solo iban a platicar porque en realidad el dolor que les afectaba era tan emocional que platicando se relajaba el musculo y salían agradecidas, solo con una receta y un relajante muscular, yo le doy gracias a mi sillón, mi fiel compañero de complicidad, cuando el secreto debía de quedar solo ahí, mi sillón, tan honorable y servicial que nunca me falló, ahí donde supe que era la tanatología y la hipnosis, donde mi primer paciente, terminando la carrera de tanatología, fue un niño de 8 años que acababa de perder a su mejor amigo en un incendio, donde se quemó su casa de cartón, junto con su hermanito menor.

 

A ti sillón te recuerdo y te llevare en mi corazón porque ahí dejé los mejores años de mi vida.

 

 

No dejes que tu miedo a sufrir sea más grande que tus ganas de sonreír.

 

La sonrisa es una curva que lo endereza todo

 Phyllis Diller.

 

 

lauhipnosis@gmail.com

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