Erika Mitzunaga
Conversaciones del Taller Malix
Tema 2: Sustancias peligrosas
Parte 12 El remedio equivocado
Ingresamos al pequeño museo del lugar, donde se exponían imágenes de los corales propios del parque natural, el grupo de periodistas que me acompañaba atendía la explicación sobre el arrecife. Me acerqué a una de estas imágenes, eran pólipos bellamente dispuestos en figuras geométricas. Fue entonces, cuando un sudor frío recorrió mi cuerpo.
Anteriormente ya había experimentado esta sensación: respiración agitada, escalofríos y profundas nauseas. De niña no sabía que se trataba de una fobia bastante común en los seres humanos, llamada tripofobia, que se manifiesta como un miedo irracional a los patrones geométricos provocando una sensación de repulsión. Pero lo que realmente alimenta esta fobia, investigué, no son los patrones en sí, sino las asociaciones emocionales que los acompañan. En mi caso, esta asociación venía de mi infancia, del recuerdo de Sofía, mi hermanita de dos años con el cuerpecito cubierto de manchas rojas e hinchadas donde no había un solo espacio libre de dolorosas y repulsivas protuberancias.
Mi mamá había salido y le encargó a una jovencita que nos ayudaba en casa, que le diera a la bebé una medicina, le explicó que se encontraba en el refrigerador y le anotó el nombre en un papel, pero ella olvidó por completó que debía tomar el medicamento del refrigerador y le suministró a Sofía un antibiótico caduco que se encontraba en el cajón de las medicinas. Cuando la pequeña empezó con la reacción alérgica, la joven se estaba bañando, y yo, que era apenas unos años mayor, la tomé en brazos y la arrullé esperando calmar su llanto.
Sé que fue en ese momento cuando desarrollé un miedo repulsivo hacia esas hinchazones. Ver el pequeño cuerpo rojo y con estas protuberancias que, no lograba arrancar de su piel, fue lo que me perturbó. Estuve un buen rato entretenida tratando de eliminar las ronchas de la bebé como si fueran costras. Sofía lloraba y las ronchas se volvían más grandes y rojas, y cuanto más crecían, más insistía yo con las uñas.
Los corales me recordaban aquella experiencia, el sudor frío y las arcadas me llevaron corriendo a los servicios más cercanos, me senté un momento, tomé un sorbo de agua y cinco minutos más tarde, evitando a toda costa ver la exposición, continué con el recorrido del lugar.
Erika Mitzunaga publirrelacionista y pionera cancunense, ha contribuido a lo largo de sus 30 años de carrera al posicionamiento del destino. Lectora apasionada y limpiadora obsesiva, piensa que una taza de café o una copa de vino y un buen libro son la mejor compañía para una tarde de viernes. Es miembro de los talleres de Malix Editores y sus relatos son testimonios invaluables del crecimiento de su ciudad, aunque ella escribe para ordenar y dar sentido a los recuerdos de su propia vida.