Editorial

Miguel Ignacio Miranda – Conversaciones del Taller Malix

Miguel Ignacio Miranda

Conversaciones del Taller Malix

 

Tema 3: A propósito de Lady Macbeth

Parte 2 Monólogo de Beatriz

 

Pase doctor, siéntese ¿lo dejaron entrar rápido? ¿no tuvo problemas? Sí, imagine usted lo que es vivir aquí, la seguridad tiene que ser muy estricta, cosas de mi marido, usted sabe; el puesto que tiene, lo que representa y, pues, todos son sospechosos al entrar aquí. Todo es diferente desde que a mi marido se le ocurrió la idea de venir a vivir acá. Sí, ya sé que este es el último año, pero él tiene otros planes y cada vez está más violento y nervioso. Ya ni siquiera me deja salir a verlo a usted a su consultorio. Por supuesto, doctor, le compensaré todo su esfuerzo de venir acá y que le tome tanto tiempo, de verdad se lo agradezco, pero necesitaba, me urgía verlo, ¿ya le ofrecí café? Lo que guste ¿eh? Usted me dice, aquí hay unas pastas suizas muy ricas por si le apetece. Le decía que me urgía verlo doctor, ya no puedo más, fíjese que desde hace varios días he tenido sueños recurrentes, por más que me empastillo por las noches con lo que usted me recetó la vez pasada, sueño siempre lo mismo: tengo las manos manchadas de sangre, una sangre espesa que me escurre hasta los codos, y cuando las levanto para verlas, va recorriendo mis dos brazos, goteando, chorreándose por doquier, como la sangre de miles de muertos. Pero eso no es todo, doctor, a Sarita, mi asistente, que duerme en una habitación contigua a la mía, ya van varias veces que la despierta el personal de seguridad para decirle que yo estoy caminando por los pasillos, imagínese doctor, ¡por los pasillos!, ¡en camisón! Sarita ya ni me quiere decir si andaba por los murales o por la fuente, como que le da pena que su jefa ande a medianoche activando alarmas y cámaras de seguridad, como una más de las locas que pintó Diego Rivera. Lo que sí le digo es que la sensación de la sangre sigue todo el tiempo. ¿Mi marido? No, doctor, ni le importa ni le interesa, ni sabe por lo que paso. Él anda en sus cosas, ya ve que desde las seis de la mañana se la pasa dando sus entrevistas; su médico lo tiene peor que a mí, ya ve cómo le quedó el ojo el otro día, no sé si duerma mucho o poco, duerme en otra habitación, yo ya ni entro; desde que llegamos a vivir aquí esto ha sido una pesadilla, al principio sí tuvo algo de glamour, ya sabe, pero después, cuando la gente se empezó a meter conmigo en las redes sociales, comenzó a ser desesperante. Una vez llegó a decirme mi marido, ¡Beatriz, vete preparando porque se me está antojando irnos a vivir al Castillo de Chapultepec! Imagínese doctor, si yo ya no puedo estar aquí, con estos sueños, estos ataques de sonambulismo y esta sangre que siento, dormida y despierta, cuando me baño o cuando estoy tratando de preparar mis clases, que por cierto no he podido continuar. Esa maldita sangre que me escurre, como si fueran miles de viboritas diminutas por mis manos, hasta alcanzar mis brazos y mis codos, manchándome de un carmesí imaginario. El otro día me acordé de cuando vi un cuadro de Füssli en Europa, ya ni me acuerdo en qué museo, pero fue la vez aquella que Andrés me mandó a ver al Papa Francisco. Era Lady Macbeth sonámbula. Pues así me siento, doctor, como en ese cuadro del alemán ese, o suizo, no me acuerdo ¿sí sabe quién? El que pintaba puras cosas raras, hay un cuadro de un monstruo que se le trepa a una chica muy bonita mientras está durmiendo ¿lo ha visto? Pues así me siento, poseída por todos los remordimientos de lo que está pasando, doctor, ¡todo está de cabeza!, ¿ya vio cómo se puso el domingo con la manifestación acá afuera?, ¡mi marido estuvo de un genio!, repartiendo gritos y groserías a toda su tropilla de achichincles que ni le ayudan, tuvo que venir el cardiólogo y casi lo internan en el Hospital Militar, y luego lo de Carlos, doctor, no me lo puedo imaginar en la escalera de su casa, tirado, bajo un charco de sangre, a Carlos que era tan querido aquí hace unos años, no puedo creer que digan que fue muerte natural, no doctor, créame que hay mucha sangre, yo sé que hay mucha sangre derramada, y ahí me tiene, como Lady Macbeth, a punto de morir de locura. Yo sé que la gente piensa que yo instigué a mi marido, pero créame, que, si yo hubiese sabido que sus obsesiones llegarían a esto, me hubiera escapado con mi hijo desde hace tiempo. Pero ya ve doctor, una mujer como yo, simplemente debe servir, con abnegación, a esta patria tan querida. Entonces, doctor, ¿qué me va a recetar? Recéteme algo fuerte, que se pueda conseguir fácil en la farmacia.

 

 

Miguel I. Miranda es cofundador de Malix Editores, diseñador editorial y profesor universitario, coleccionador de entelequias y apasionado lector. Estudió diseño gráfico y ejerce en todos los terrenos de la creatividad y la comunicación. Desde hace algunos años publica reseñas literarias, cuentos y otras divagaciones en diversos medios y tiene un libro de cuentos publicado Antología de nada.

organizado por Grupo Vértice. Galardón Sasil 2023 por su trayectoria, otorgado por el CCCAQR.

 

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