Editorial

Verónica Estrada – Conversaciones del Taller Malix

Verónica Estrada

Conversaciones del Taller Malix

 

Tema 3: A propósito de Lady Macbeth

Parte 3 El secreto del Templo de los Guerreros

 

En marzo de 1929, se iniciaron los trabajos de excavación y recuperación del Templo de los Guerreros. La pareja de arqueólogos Joana y su marido Lar Morrison, llegaron a la hacienda Chichén, en la localidad de Tinum. Lugar en el que S. Leymor vivía.

Leymor, también conocido como Ray, era un reconocido arqueólogo americano e investigador asociado del Instituto Carnegie de Washington, quien consiguió los fondos suficientes y se convirtió en el director de los trabajos de restauración de la antigua ciudad maya de Chichén Itzá. Ataviado con sus botas de cuero que le llegaban por debajo de las rodillas, sus pantalones bombachos, sus gafas redondas, su bigote bien recortado y su sombrero, recorría las ruinas llenando su libreta de anotaciones. Amante de la cultura maya y de sus jeroglíficos, se deleitaba con las formas y figuras del lugar, así como con la belleza de la selva. Era un hombre de energía incansable.

Para Ray, la llegada de Morrison significaba un avance importante en los trabajos de restauración, sin embargo, no pensaba lo mismo de Joana. En lugar de incluirla en el proyecto, le pidió que dejara a su hija de cinco años al cuidado del personal de la hacienda y le ayudara como anfitriona de sus invitados. Para Joana fue devastador, era una arqueóloga experimentada, había pasado los últimos tres años realizando trabajos en la excavación del Cañón del Muerto en Arizona y no estaba dispuesta a dejar su carrera. Tras varios días de insistencia y haciendo uso de sus conocimientos, logró convencerlo de participar en la excavación de un área pequeña del templo.

Pero esta situación no fue más que el detonante de un profundo resentimiento en contra de Ray. Estaba cansada de ser ignorada, menospreciada, tratada con condescendencia o burlas y de no tener las mismas oportunidades que su marido, ya que consideraban que la arqueología era solo para hombres.

Con el corazón lleno de amargura y movida por el rechazo y las ansias de reconocimiento, Joana empezó a construir ideas en la cabeza de Morrison. Constantemente le recordaba a su marido el poco valor con que los veían, le decía que eran solo un instrumento para el Instituto Carnegie. Sembraba en la mente de Morrison la idea de que Ray era un hombre antipático, egoísta, sediento de poder y fortuna.  Insistía en convencerlo de encontrar la manera de que, al finalizar la recuperación del templo, ellos consiguieran el reconocimiento.  Morrison, veía en Ray a un hombre bajito y simpático, honesto y amable que la gente apreciaba, pero con el tiempo se convenció de la historia que Joana había construido y se dio a la tarea de entablar una relación cercana con Lorenzo, un trabajador, quién era conocido por sus continuas quejas y por su mala actitud. En algún momento le serviría para sus planes.

Aprovechando que Ray había sido presa de la malaria y no podía supervisar los trabajos en el templo, Morrison comenzó a inventar una historia. Por las tardes lo visitaba y le contaba sobre un nuevo descubrimiento. Le llevaba notas e imágenes que Joana había recreado del lugar. Ray fascinado con la historia que le contaban, solo pensaba en recuperarse para ir a ver el sitio. Al cabo de algunos días, en cuanto se sintió mejor y a pesar de la negativa del médico, decidió salir de la cama y le pidió a Morrison que lo llevara.

Con la excusa de resguardarse del calor ya que aún no estaba del todo bien, Morrison acordó que irían al atardecer. Pidió a Lorenzo que le avisara cuando todos los trabajadores estuvieran de regreso en la hacienda para poder salir y que fuera al templo y esperara en el lugar acordado.

Durante el trayecto Ray no paró de hablar, estaba extasiado, le contaba a Morrison todo lo que escribiría en la carta que enviaría al Instituto Carnegie para avisar sobre el hallazgo. Morrison esperaba escuchar en algún momento que su nombre estaría escrito en esa carta, pero no fue así. En su interior la sangre comenzó a hervir, el corazón daba tumbos y en su cabeza resonaban las frases que Joana una y otra vez le había repetido.  Cuando llegaron al templo, Morrison ya no era el mismo, en su mente habitada el monstro que ella había creado.

Haciendo uso de la ventaja que tenía por su altura y fuerza, tomó a Ray por los hombros y lo lanzó al suelo. Vio en sus ojos desconcierto y miedo.  Y antes de que pudiera levantarse, Morrison gritó: “¡Ahora!”. Lorenzo movió la pala y provocó un derrumbe, la tierra y las piedras cayeron causando un estruendo y su muerte.

La luz comenzó a descender, el viento sopló y la selva se despidió de Ray esparciendo el secreto de su muerte por todos los rincones del Templo de los Guerreros.

Los gritos de Lorenzo se escucharon en toda la hacienda, los trabajadores y Joana salieron de inmediato. Alumbrados por lámparas de keroseno, vieron a Lorenzo acercarse cubierto de tierra y a Morrison, cargando en brazos el cuerpo inerte del arqueólogo amante de los mayas.

 

 

Verónica Estrada

Como buena ingeniera es analítica, concreta, amante de los procesos y de las matemáticas. Su creatividad la acompaña en todo lo que hace. Ha encontrado en la escritura la magia para transformar, fluir y perderse en mundos infinitos. Disfruta poner al descubierto en una hoja en blanco, relatos, historias, locuras que de otra manera quedarían ocultas. Tiene obras publicadas en las memorias Ladro, luego escribo 2021 y 2022.

 

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