Lorena Careaga Viliesid
Conversaciones del Taller Malix
Tema 3: A propósito de Lady Macbeth
Parte 4 Brujas
El general Macbeth, a pesar de su valentía y notables atributos físicos, era en realidad un pobre diablo, o así lo consideraban varios de sus subalternos que presumían de ser dignos de su amistad y confianza. Aunque era un oficial disciplinado, el rey Duncan no lo creía un buen estratega y sospechaba que, de tanto en tanto, caía en lapsos de abatimiento y le invadían profundas dudas acerca de sí mismo y de sus capacidades.
Macbeth procuraba ocultar estos escollos de su personalidad y su esposa también. De hecho, quien llevaba los pantalones en esa casa era ella, la temible Lady Macbeth, de quien casi todos en la corte procuraban mantenerse apartados. La trataban con deferencia, pero de lejos; mientras más lejos, mejor. Se decía que frecuentaba a tres poderosas brujas y que nunca olvidaba un insulto; su venganza era de largo alcance.
En realidad, Gruoch Macbeth era, sobre todo, una mujer ambiciosa. Le gustaba inspirar temor y se regodeaba en su fama de perversa y egoísta. Todo ese asunto de su relación con unas brujas le causaba mucha gracia. Lo que Gruoch tenía era una abuela, una madre y una hermana que la aconsejaban y eran cómplices de sus tejemanejes. La más audaz de aquellas confabulaciones era lograr que Gruoch se convirtiera en reina.
—Asegúrale a tu marido que le van a dar un nuevo título, con todo el poder que eso conlleva —le dijo su hermana.
—Tú métele en la cabeza que puede llegar a ser rey —secundó su madre—, y si no lo ves muy convencido, dile que si él no, entonces sus hijos obtendrán el trono de Escocia.
—Y tú, abuela, ¿qué me aconsejas? —preguntó Gruoch ante el silencio de la anciana.
—Sólo que tienes que ser implacable y estar dispuesta a mancharte las manos de sangre —contestó por fin—. Pero eres mujer y ningún espíritu de la oscuridad logrará despojarte de tu femenina compasión. Por más que los invoques, no serás capaz de apuñalar a Duncan con la crueldad y sangre fría necesarias. Entonces, debe hacerlo tu marido. A ver cómo te las arreglas, pero es la única forma.
Gruoch se aplicó a la tarea, acicateada por el futuro que su hermana, su madre y, sobre todo, su abuela le habían augurado. No fue difícil lograr su propósito. Macbeth era cera maleable en sus manos seductoras. Manos cuyas manchas de sangre eran lo que menos le preocupaba.
Lorena Careaga Viliesid
Historiadora de profesión y observadora de pájaros y planetas, desde su balcón alcanza a tocar la cresta de dos palmeras y divisa el mar cercano; el amor, el rock de los setentas y los libros completan el refugio donde ejercita sus alas de escribidora en compañía de un hombre alto, una gata negra y una perra malix. Tiene una gran trayectoria con varias publicaciones y reconocimientos.