Editorial

Laika – Ernesto Adair Zepeda Villarreal

Laika

Ernesto Adair Zepeda Villarreal

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Laika, que significa “ladradora” en ruso, es una de las muestras de la genialidad y de la crueldad humana, si no es que es lo mismo; y todas las posibles implicaciones que podemos derivar de aquello. También es una heroína de la humanidad, y una pionera de los viajes espaciales. Y es también una víctima en la piedra de sacrificio de la humanidad, y de los métodos arcaicos de perseguir la luz que se adentra por la ventana. La historia es romántica, hay cuentos, hay canciones, y un monumento, helado, como el espacio exterior. Aquella proeza técnica es un mausoleo, el deseo de alcanzar las estrellas sabiendo que el viaje no tenía retorno. Buscamos la vida pese a la vida, y el desarrollo humano se nutre con la sangre de muchos inocentes. Ahora disfrutamos de ese sacrificio, y lo santificamos, casi lo canonizamos, y somos lo suficientemente memoriosos para rememorarlo, aunque no necesitamos los pequeños detalles de cómo sucedieron los hechos, para poder disfrutar sin tanta carga los beneficios tangibles que el dolor nos ha traído.

Y no se trata de un extremismo extraño que persiga los métodos con los que hemos logrado cierta comodidad, pero si la necesaria reflexión sobre los sacrificios que se han tenido que hacer (alguno prácticamente incontables en público). Incluso por las criaturas más pequeñas y humildes. La tumba se llamó Sputnik 2, que entró en órbita el 3 de noviembre de 1957, en plena guerra fría. Ese acto nos llevó a la era digital, y a la comodidad de las redes sociales, y también de la democratización de medios digitales, y flujo de información; lo que también ha generado efectos negativos en algunos casos. En fin, el progreso. Lo que hace falta es recordar la historia lo más apegada a lo que fue, para entender los límites de lo que hemos hecho en el pasado para mejorar hacia el futuro; amén de los intentos de comités éticos en distintos centros de investigación, universidades y oficinas públicas.

Si un día logramos salir de este planeta, que es cada vez más un sueño romántico, al menos desde nuestra versión mortal y orgánica, Laika será el recuerdo más agridulce que podremos llevar a las estrellas. Será nuestra única salvación, pues no se puede caminar adelante sin riego de destruir algo hermoso. Podemos elegir entre quedarnos quietos, o en tratar de saldar la deuda con la historia. Le gran enemigo es la incompetencia, y la censura, que tan caros nos han salido. Sputnik 2 tuvo un fallo en su diseño, lo que llevó a un sobrecalentamiento del sistema. La historia formal habla de asfixia, casi eutanasia, lo que sólo fue fake news para evitar la vergüenza ante sus enemigos imperiales, que podrían al primer ser humano en la luna (amen de la conspiranoia), y poniendo los poderosos misiles de sus exploraciones espaciales detrás de cabezas nucleares; poniéndole fin a la guerra fría un par de décadas antes de que lo hiciera la propia incompetencia Soviética. La invasión en el caso quizá nos habría llevado a una guerra nuclear, y quien sabe, al fin del mundo (nuestro mundo). Esos sacrificios son más complejos de lo que parecen, más allá del liviano activismo moderno.

Pero recordamos a Laika, no a ninguno de los ingenieros que estuvieron a cargo del proyecto (salvo especialistas en el área e historiadores rusos). La cultura popular recuerda con cariño a aquella perrita callejera que fue la primera en alcanzar la frontera de nuestro mundo. Después vino el desarrollo tecnológico que permitió poner satélites exteriores, el internet, y los post de gente que piensa que hay un domo que cubre el disco plano que es nuestro mundo. Incluso ellos se benefician de los pesados pasos que hemos dado, de las conversaciones cortadas por la sanidad de los infantes, y la dialéctica de las buenas costumbres. También puede ayudar a concientizar sobre algunos métodos de investigación, y llamar la atención a algunos colectivos que tratan de dar vida mejor a los perros callejeros. De nueva cuenta, es muy complicado definir el Pantone de la moralidad en dos extremos inequívocos. Somos criaturas grises, cuestionables, primitivas. Pero seguimos adelante, y con algo de suerte, aprendemos de nuestros errores.

Como el caso de Laika, la ciencia moderna tiene muchos pasajes amargos, algunos que rayan en la ciencia ficción, o la monstruosidad. Esos sacrificios nos han permitido dar saltos hacia adelante, sin duda, aunque tal vez sólo deberíamos no pagar con desmemoria, sino con la pequeña moneda de la memoria colectiva, para que no hayan sido en vano, y en la medida de lo posible, no los necesitemos hacer de cara al futuro. Hablo de Laika, sí, y tal vez es una metáfora de algo más.

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