Editorial

Diego Covarrubias – Conversaciones del Taller Malix

Diego Covarrubias

Conversaciones del Taller Malix

Tema 4: Respuesta apócrifa de Felice Bauer a Franz Kafka

Parte 3

 

POSTDATA

Querido Julio:

Claro que me acuerdo, no se le olvide que yo era la larga, fea y aburrida compañera a la que usted acompañaba a los conciertos en los Jardines de Luxemburgo, a tomar un café en el boulevard Saint-Michel del barrio latino, a leer poesía de Arthur Rimbaud a orillas del Sena. Y recuerdo también el día que le presté el pullover verde que usted recuerda con tanta emoción, que, por cierto, era de mi papá, y olía a viejo y a perro. Lo que usted percibe como perfume es en realidad el olor de nuestro Benji adorado, que si bien era un french poodle muy fifí, igual olía a perro.

Yo sigo siendo la misma mujer que lo despidió en el Flore, acaso en la misma mesa en la que en sus días se sentaban Picasso, Simone de Beauvoir o Trotsky. Recuerdo perfectamente ese día triste, que después se me convirtió en una larga y dolorosa incertidumbre de dos meses sin saber qué hacer, si esperar que usted volviera de Buenos Aires o darle la vuelta a su página. Hasta que dije basta. Ya ve que siempre he sido brusca e impulsiva.

Le aseguro, Julio, que su miedo es infundado. Sigo siendo así como usted me describe; complicada, irónica, entusiasta, y en mi ático tengo montones de pullovers viejos que con mucho gusto le puedo regalar, con la certeza de que huelen mejor que el que usted tiene.

En fin, mi querido amigo, usted bien sabe que me encantaría verlo en noviembre, cuando el otoño cubre con un manto llovido y melancólico las hermosas calles de Paris.

Edith

PD. Le confieso que en una primera lectura no entendí lo que menciona en su carta al respecto de que si yo estoy ya “en un orden satisfactorio de cosas”. En lo que a mí concierne, siempre he estado satisfecha con el orden de mis cosas. Cuando usted y yo vivimos esos días en Paris también estaba satisfecha con mis cosas. ¡En realidad, estaba más que satisfecha! Veía en usted a alguien con quien podía pasar el resto de mi vida. Pero usted se fue, y el resto de mi vida se quedó aquí. Conocí a Laurent, me enamoré, me casé, y ahora tengo una hija de dos meses de nacida a la que amo como nunca me imaginé poder amar a nadie. Como puede ver, estoy muy satisfecha con el orden actual de mis cosas, pero también recuerdo lo mucho que disfrutaba de pasear con usted, así que, sí, me daría mucho gusto volverlo a ver. Nada más le pido que el encuentro sea entre dos amigos que se quisieron mucho y que comparten hábitos y gustos similares. Si usted es capaz de honrar esta condición y verme como su amiga, lo abrazaré con el alma de tal modo que su corazón salga indemne de nuestro encuentro. Si sus intenciones son otras, si es usted el que no está satisfecho con el orden actual de sus cosas y pretende que yo se las ordene, prefiero retractarme de todo lo anterior y no verlo. Lo quise tanto, querido Julio, que no soportaría verlo sufrir sabiendo que soy yo la causa de su sufrimiento”.

 

Diego Covarrubias es chilango de nacimiento, pero ha echado raíces en el suelo poroso de la península de Yucatán. Galardonado con segundo lugar en el primer concurso estatal de cuentos “Rafael del Pozo y Alcalá”. Tiene obra publicada en diversos medios y un libro íntimo titulado Entre la memoria y la imaginación.

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