Denisse Ascencio
Conversaciones del Taller Malix
Tema 5: Literatura gourmet
Parte 3
Bienvenida
Denisse Ascencio
Apenas había alcanzado el portón de la casa cuando la tormenta se desató. Me limpié con esmero mis zapatos en el tapete. “No vaiga ser que se enoje mi iaia”, pensé con una sonrisa de oreja a oreja al leer las desgastadas letras: “Bienvenidos”. Con el corazón latiéndome a mil, giré el pomo de la puerta y entré despacio, con el mismo respeto con el que se ingresa a una iglesia. Inmediatamente fui recibida por los ladridos de Hanha, mi fiel pastor alemán.
“Ya llegué”, anuncié esperando ser llenada por los cálidos besos de mi abuela o ver la figura encorvada de mi abuelo esperándome con los brazos abiertos desde el recibidor rojo. En cambio, la respuesta fue un silencio denso: “¿Y los abuelos Hanha?”, dije extrañada. Ella se apartó desapareciendo en el interior de la casa.
La seguí hacia la sala y allí estaba mi abuelo, cantando por lo bajo las canciones de cuando era monaguillo allá en el pueblo de Muleros.
“Esta lista la cena”, dijo desde la cocina mi iaia, con esa voz reconfortante. Los tres nos dirigimos al comedor. La mesa puesta con el mantel blanco de flores, su preferido, la vajilla que solo se sacaba en ocasiones especiales y en el centro reposaban las memorias de cada cena compartida, cada historia contada al calor de estos platillos que siempre habían sido el corazón de nuestra familia.
La estancia llena con el aroma del caldillo durangueño, acompañado de gorditas recién hechas y una canasta de tortillas de harina tan suaves y perfectas que casi podía sentir su calidez en las manos. Al otro extremo, un platón de frijoles puercos con queso derretido y chile morita. Y, como toque final, un pastel de tres leches hecho con la receta que había pasado de generación en generación.
Me dirigí a la cabecera, lugar recientemente cedido por mi abuelo, una tradición que indicaba el paso del tiempo y el respeto que me tenían. Pero Hanha se me adelantó y de un salto ocupó mi lugar.
“¡Hanha, bájate de ahí!”, ordenó mi iaia con una firmeza que ninguna de las dos esperaba. Hanha se quedó quieta e incluso empezó a llorar. “Yo también la extraño”, susurró acariciándole la cabeza.
Por primera vez desde que entré, mis abuelos levantaron su mirada llena de desolación y tristeza. Sus ojos se quedaron fijos en la cantina donde en silencio descansaba, junto a un montón de velas, el recuadro de la última foto que me tomaron y mis cenizas.
Denisse Ascencio, nacida en Jalisco, aunque más chilanga que la torta de chilaquil. Creció con sus abuelos, su madre y su hermana y a ellos debe la pasión y devoción a las letras. Licenciada en mercadotecnia por la Universidad Del Valle de México y especializada en mercadotecnia digital es uno de los jóvenes talentos del taller de escritura creativa de Malix Editores.