Editorial

Mi Amigo “El Gulas” – Ernesto Turrent Márquez

Ernesto Turrent Márquez

Conversaciones del Taller Malix

Tema 5: Literatura gourmet

Parte 11

 

 

Mi Amigo “El Gulas”

Ernesto Turrent Márquez

 

Llegó con paso firme y decidido. “El Gulas” se sentó a un lado de mi mesa. No me reconoció, pero yo a él lo identifiqué de inmediato.

El chalán le trajo el plato con dos gorditas de chicharrón prensado y se las puso frente a mí.

“Vengo a hacer el reto”, escuché decir a mi ex compañero de secundaria. Emitió aquella frase con tal seguridad que una sonrisa de molestia se dibujó en la cara del dueño del negocio.

A propósito, demoré la ingesta de aquellas dos delicias.

“Ese reto de comerse la mega gordita y dos chescos y ganar cuatro mil baros”, dijo mi amigo y señaló con su dedo índice el anuncio. “No completo para la refacción de mi nave, así que, aunque desayuné muy bien, ¡échenme a la vaca!”.

A los diez minutos le trajeron sus dos refrescos y aquella grosería. Él la contempló con deseo.

Alistaron el cronómetro y el empleado lo accionó; el aquelarre gastronómico dio inicio. “El Gulas” inició su ataque. La forma en la que devoraba aquella mega garnacha me pareció apoteósica.

“Cárgale bien de chicharrón para que se le quite lo hocicón y fantoche” escuché decir al dueño del negocio. Si mi amigo Casimiro, alias “El Gulas”, lo había escuchado o no, no me constaba.

La cara del dueño del negocio se descompuso, al ver que el cronómetro implacable seguía su marcha, le hubiera gustado acelerar su carrera, pero parecía que el medidor tenía flojera. Todos los comensales que estábamos presentes comenzamos a gritar: “¡Sí se puede, sí se puede!” Un cuarto de aquella leperada de gorda garnachera quedaba en el plato, apenas iban once minutos. “El Gulas” detuvo su masticar unos segundos, jaló aire y remató a aquella pobre víctima de su desenfrenado apetito.

En la secundaria siempre pensamos que el tipo cargaba una solitaria marca titanoboa en su barriga. Esa forma de tragar, literalmente, no era de este mundo.

Limpió el plato y comió hasta la última sobra de chicharrón prensado.

—¡Este güey! —exclamó azorado el dueño del negocio.

—¡El baro, carnal!, dame mi lana— exigió levantándose de la silla.

Creí que en algún momento me vería, estábamos frente a frente, pero el paso del tiempo no perdona, era lógico que él no me recordara. Yo lo seguí con la mirada mientras se sacaba la foto para que constara en el muro su hazaña y récord. Luego, tomó su dinero y salió perdiéndose entre la gente.

Ernesto Antonio Turrent Márquez, profesional del derecho y caminante insaciable, poseedor de un perpetuo antojo por probar cuanto pastel se atraviese en su camino, siempre busca horizontes nuevos creyendo firmemente que el género del terror se puede reinventar. Es parte del Taller de Escritura Creativa de Malix Editores desde 2022.

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