La conjura contra Donald Trump
Los pronósticos se leen como una fantasía paranoica, pero son inversiones de la realidad cuidadosamente guionizadas destinadas a reescribir la historia y oscurecer los crímenes de la izquierda que han sacudido los pilares de la república. Lee H. Smith.
Gloria Chávez Vásquez
Con los intentos de asesinar a Donald Trump durante su campaña, salieron a relucir las narrativas y juegos de guerra de un régimen que crea y justifica las condiciones criminales y la violencia. Cuando Trump fue baleado en un mitin en Butler, Pensilvania, los funcionarios del Partido Demócrata y sus medios de comunicación no solo negaron cualquier conexión entre el tiroteo y su retórica incendiaria, sino que culparon al propio Trump. Al caracterizar al presidente Trump como un tirano y compararlo con Hitler, se establecen las condiciones para el odio y la violencia partidista a gran escala destinada a desestabilizar al país.
En su libro La trama contra el presidente (2019) el periodista investigativo nacido en San Juan, Puerto Rico (1962), y criado en New York, Lee H. Smith hizo un recuento de las elecciones presidenciales de 2016, cuando el congresista republicano Devin Nunes descubrió el mayor escándalo político de la historia de Estados Unidos: la conspiración para eliminar al entonces candidato Donald Trump.
En El golpe de estado permanente (2020) Smith nos reveló los múltiples ataques de que ha sido objeto Trump, como candidato y presidente, por parte de políticos de la izquierda, dentro y fuera de los Estados Unidos.
Desapareciendo al presidente (2024) su más reciente libro, Smith, ahora corresponsal en el Medio Oriente, examina detalladamente, la oscura red de poderosos activistas partidistas que se han propuesto “desaparecer” al presidente electo.
Según Smith, el plan de altos funcionarios y operativos del partido demócrata, se centra en socavar al presidente con actos violentos para sacudir su administración. Sus activistas crearan disturbios generalizados para que Trump se vea obligado a invocar la Ley de Insurrección. Oficiales militares de alto rango aliados a los conspiradores se negarán a acatar las órdenes de Trump, dividiendo así las Fuerzas Armadas de EE. UU. y colocando al país al borde del abismo.
La propaganda destinada a establecer una excusa para desatar la violencia y detener a Trump se ha posesionado de los niveles más altos del Partido Demócrata. La maquinaria mediática del régimen ha creado una imagen de Trump como “un loco despótico al que hay que detener antes de que pueda comenzar su reinado de terror”. Como medida preventiva amenaza la reputación, el sustento y la libertad, del personal militar que permanece leal al presidente. La artimaña es presionar a las fuerzas armadas contra Trump cuando llegue el momento de actuar.
El Proyecto de Integridad de la Transición (TIP)
El equipo de TIP se encarga de crear escenarios dignos de las películas de acción más atrevidas de Hollywood. El guion postelectoral más efectivo fue delineado por Rosa Brooks, una exfuncionaria del Pentágono de Obama cuyo juego de guerra de 2020 fue legitimado por la prensa de izquierda por su «precisión». Contrario a su nombre, el TIP tiene una agenda partidista.
La siniestra telaraña abarca los medios de comunicación y los funcionarios de defensa actuales y anteriores; su tejido es ampliamente reconocido como el mapa de operaciones de la izquierda. En las elecciones del 2020, los operadores del partido sabían de antemano que las irregularidades electorales, resultantes de los nuevos procedimientos de votación, como el voto masivo por correo, diseñado para facilitar el fraude, serían muy evidentes. Brooks y el equipo de TIP, asumieron que Trump denunciaría el fraude generalizado en los votos por correo, desatando la indignación popular. Contrario al pronóstico, las manifestaciones fueron pacificas, así que los mismos políticos demócratas encabezados por Nancy Pelosi,orquestaron un caos en el supuesto “ataque” del 6 de enero de 2021 al Capitolio.
Este año, Brooks maquinó con el periodista de The Atlantic, Barton Gellman para llevar a cabo una serie de juegos de guerra semejantes a los del 2020 bajo los auspicios de Proyectos Futuros para la Democracia (DFP), y el Centro Brennan para la Justicia de la Universidad de Nueva York. El mismo día, se publicaron cuatro artículos en el New Republic, The Guardian, el Washington Post, que asumían la victoria de Trump y su necesidad de bloquearlo. los autodenominados defensores de la democracia justificaban la disrupción, la desestabilización y la violencia.
En el guion de su “película”, por supuesto, Brooks y su pandilla no tenían en cuenta el abuso de poder de la administración Biden-Harris para utilizar el gobierno federal contra sus oponentes. Mas bien se dedicaron a achacarle esa corrupción a Trump. Según ellos, era bajo el gobierno de Trump, que la CIA y el Departamento de Justicia castigaban a los funcionarios de seguridad nacional por quejarse de “la politización de los servicios de inteligencia y la presión para lanzar investigaciones motivadas ideológicamente».
Acusando a Trump de los vicios de Obama y Biden de utilizar al IRS para perseguir a organizaciones, periodistas y ciudadanos, los medios de comunicación alineados con los demócratas, temen que Trump los investigue o que la FCC revoque sus licencias. (George Soros acaba de comprar 200 emisoras de radio para expulsar a los comentaristas conservadores o independientes que critican al gobierno). Brooks asegura sin bases, que la administración Trump obligará a renunciar a altos funcionarios militares debido a que «se oponen a la acogedora relación de Trump con Rusia». (La narrativa de Rusia fue un invento de la campaña electoral de Hillary Clinton, y de cuya acusación, fue exonerado Trump por la Suprema Corte).
Hace unas semanas, el editor en jefe de The Atlantic, Jeffrey Goldberg, citó al exjefe de gabinete de Trump, un general retirado de la Marina, que se enemistó con el expresidente. John Kelly, declaró que el expresidente “desearía poder inspirar el mismo respeto que Hitler inspiraba a sus oficiales generales”. Pero la veracidad del comentario de John Kelly, de que Trump admira a Hitler debe juzgarse por el hecho de que esperó cinco años para decirlo. Es su manera de oscurecer la verdad. Es un hecho que las fuerzas armadas, y los veteranos de la Guerra Global contra el Terrorismo en particular, apoyaron abrumadoramente a Trump, quien se opone a librar guerras extranjeras interminables y estratégicamente inútiles.
Los informes recientes que prometen, o instan, a la violencia se entiende mejor después de la votación de noviembre. La semana pasada el New York Times publicó una larga entrevista con un “estudioso del fascismo” que declaró que Trump es un fascista. El periódico de referencia siguió con otro largo artículo de dos profesores de Harvard que incitaban la movilización masiva en caso de una victoria de Trump. La propuesta sugiere que la industria privada se una a las organizaciones de la sociedad civil para condenar al ostracismo a Trump y sus partidarios y participar en grandes protestas públicas para provocar una crisis.
El representante Jamie Raskin (D-MD) prometió que el Congreso destituirá a Trump invocando la Sección 3 de la Decimocuarta Enmienda, que prohíbe a cualquier persona «involucrada en insurrección o rebelión» ocupar un cargo federal. «Dependerá de nosotros el 6 de enero de 2025 decirles a las turbas desenfrenadas de Trump que está descalificado», ha dicho Raskin. «Y luego necesitamos guardaespaldas para todos en condiciones de guerra civil».
Lee Smith concluye: Esta lógica egoísta no solo libera a la izquierda de las depredaciones del pasado; sirve como pretexto para futuros actos de violencia contra Trump, sus asesores y sus partidarios. Esta narrativa armada podría expandirse para justificar la violencia a gran escala diseñada para destruir la república.
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.