Joaquín Gálvez: Literatura y Exilio
La saga del exilio cubano que el mundo esta renuente a escuchar.
Son ya 66 años de censura, miseria y tiranía durante las cuales, los más honestos intelectuales cubanos en exilio, han sublimado, como verdaderos alquimistas, su ardor por la tierra secuestrada convirtiéndolo en palabra escrita. Desde sus trincheras, en publicaciones impresas o digitales, varias generaciones de escritores, periodistas y críticos sociales exponen la verdad a un mundo indiferente, mientras luchan por la libertad de su isla.
Joaquín Gálvez (La Habana, 1965) es uno de ellos. Poeta, ensayista, periodista y promotor cultural. Reside en Estados Unidos desde 1989 donde se licenció en Humanidades, obtuvo una Maestría en Bibliotecología y Ciencias de la Información y cursó estudios de postgrado en Literatura Hispanoamericana en la Universidad Internacional de la Florida.
Es aficionado desde niño al cine y la lectura. Escribe poesía desde los 14 años: “una revelación, en la que el silencio es coronado con una voz, y todos esos instantes que pasan desapercibidos por nuestros ojos llegan a ostentar un rostro.” Así adopta la misión del poeta: “revelar a la gente la belleza oculta de la existencia”.
Muy pronto se da cuenta el joven, de que bajo el estado totalitario existe un falso patriotismo al servicio de una ideología, que irónicamente aniquila las razones culturales que lo sustentan, como las tradiciones, las costumbres y la idiosincrasia.
En tiempos de la Perestroika (1987), Joaquín funda un grupo cultural (SOS) junto a otros jóvenes artistas. Luego de algunas presentaciones públicas en las que anuncian su independencia de los medios oficiales, se les censura y sus nombres se añaden a la lista negra de los policías culturales. Por esa razón decide irse de Cuba.
Un exilio histórico
Primero en New Jersey y luego en Miami, Gálvez encuentra el histórico exilio cubano en el que conoce el dolor de la nostalgia, las historias de horror acontecidas en la isla, pero borradas por el régimen: los miles de fusilados, los innumerables presos políticos y las vejaciones que sufrieron en sus años de cárcel.
Según Gálvez, el exilio es un duro oficio para la mayoría de los cubanos que han abandonado la Isla a partir de 1959. Su éxito y contribución social en los países donde han sido acogidos, es producto del trabajo y la iniciativa individual. Para el poeta y muchos otros, el exilio es, también, un renacimiento, una manera de reinventarse para poder sobrevivir en territorio ajeno. Hay que adaptarse a las diferentes culturas; respetar sus leyes y aprender su idioma; trabajar en diferentes tipos de empleos mientras estudias para mejorar tus condiciones de vida y las de tu familia. La libertad es ahora un reto si deseas tener control de tu vida sin la tutela de ese ogro filantrópico que es el Estado.
Vivir sin esa censura ideológica, ha permitido a personas como J. Gálvez, entender mejor a su país y al mundo. Sin esa opresión ha podido conocer la obra de escritores de la literatura cubana contemporánea y tener contacto con otros que fueron marginados y sufrieron el ostracismo en su tierra natal, como los de la Generación del Mariel o los que padecieron largas condenas en prisión como Jorge Valls y Ángel Cuadra. Las obras de autores que han sido vetados por el régimen de La Habana, como Jorge Luis Borges, Octavio Paz, Mario Vargas Llosa, Milán Kundera, George Orwell, ocupan ahora un nicho merecido en el nuevo hogar. Y como bono a su tesón, puede leer en su idioma a los poetas norteamericanos e ingleses.
Alrededor de su profesión, Gálvez ha sido un guerrero cultural, fundador de dos revistas, primero Signum Nous y luego Insularis Magazine. Por 15 años dirigió la popular tertulia literaria La Otra Esquina de las Palabras, con sede en el Café Demetrio (Coral Gables) en Miami. Durante estos años ha publicado además sus poemarios: Alguien canta en la resaca (2000), El viaje de los elegidos (2005), Trilogía del paria (2007), Hábitat (2013), Retrato desde la cuerda floja (1985-2012, 2016) y Desde mi propia Isla (2022). Mas reciente, un libro sobre cultura, política y sociedad: ¡Cuídate, Cuba, ¡de tu propia Cuba! (2024).
Las batallas culturales
Aunque la obra poética de Joaquín Gálvez ha recibido cálida recepción entre los críticos literarios, en el exilio se ha topado con el mismo vicio del castrismo: controlar (o centralizar) la cultura, en publicaciones y sitios digitales en los que, si no comulgas con la elite o el cartel literario, quedas excluido.
Gálvez afirma que la literatura es territorio libre mientras no esté al servicio del poder político y menciona escritores como Heredia, Martí, Villaverde, Lydia Cabrera, Cabrera Infante, Arenas, entre otros, quienes crearon gran parte de su obra en el exilio. La polarización causada por las diferencias ideológicas y geográficas, definitivamente separan a los intelectuales, pero la literatura, desde que no esté supeditada a un amo, ocupa un solo territorio, cuyo suelo permanente es la calidad.
El poeta señala además que, en el transcurso de estas décadas de dictadura comunista, la cultura cubana también ha estado presente en el presidio político, en la marginalidad de un escritor o artista en un barrio de la Isla y en cualquier región del planeta donde vive exiliado un creador cubano.
Gálvez ha declarado con anterioridad que el hecho de que un escritor o artista haya decidido romper todo tipo de vínculo con la cultura oficial cubana y, por ende, no se haya beneficiado del caudal remunerativo de su maquinaria estatista, no significa que su obra no tenga el mismo valor: la creación tiene un valor, más allá de los premios y otros avales que otorga la cultura bajo la égida del Estado a cambio de privar de su libre albedrío a escritores y artistas.
El oficio literario
El escritor cubano nos recuerda que los que ejercemos el oficio literario lo hacemos por amor al arte, por esa imperiosa necesidad de expresarnos, a sabiendas que la retribución es más bien espiritual. Con suerte, el poeta puede aspirar a publicar sus escritos, y por añadidura, a cierto reconocimiento, si es que la obra lo amerita. Subraya que la percepción de que la poesía no vende, se debe a la comercialización de la literatura, consecuencia de un mercado editorial mediocre al que solo le interesa producir para las masas.
Gálvez lamenta el que existan intelectuales en la Isla que, después del fracaso de la Revolución cubana, aún se manifiesten a favor del régimen. En muchos casos, estos intelectuales ostentan privilegios, gracias a su status de poder en la nomenclatura cultural del régimen, que desdice de la honestidad que debe caracterizar a todo intelectual. Para él resulta bochornoso que esos intelectuales se dejen usar por el régimen, para pronunciarse a su favor, incluso en casos en los que se cometen crímenes terribles contra el pueblo cubano.
“He invitado a escritores que residen en la isla, quienes aún forman parte de la cultura oficial cubana. Los he invitado con el propósito de suscitar el debate, algo que creo necesario para el futuro de Cuba. Lo he hecho de buena fe, con el objetivo de que este espacio cultural sirviera de ejemplo de lo que es vivir en territorio democrático”. Desafortunadamente ese diálogo no ha dado resultados positivos y más bien muchos sinsabores.
Gálvez no vislumbra un cambio en Cuba mientras que las momias de la Sierra Maestra se mantengan en el poder. Y es quizás, cuando desparezca esa generación de dinosaurios cuando los más jóvenes, exentos de ese historial macabro, podrían iniciar los cambios que a gritos pide el pueblo.
Como anota Gálvez en su libro más reciente “¡Cuídate, Cuba, ¡de tu propia Cuba!,” lo más difícil va a ser la reconstrucción humana, por encima de la devastación económica y urbanística. La dictadura castrista ha hecho mella en la mente y el espíritu del cubano y para poder cambiar esto se necesita un liderazgo político ejemplar, que esté dispuesto a cumplir con las reglas del juego que hacen posible el éxito en un sistema de gobierno democrático.
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos