¡¿Canadá?! ¡Ni RIESGOS!
Gloria Chávez Vásquez
El presidente de Estados Unidos, Donald Trump ha dicho que, si Canadá se convierte en el Estado 51, de la Unión Norteamericana, todos los aranceles que ha impuesto a sus importaciones “desaparecerían por completo”.
El nuevo primer ministro de Canadá, Mark Carney, ex banquero globalista, rebatió, refiriéndose a la guerra comercial, que “destruirá nuestra forma de vida».
Aunque la disputa comercial entre los dos países ha causado una reacción descontrolada, los medios de propaganda desinforman sobre dos puntos básicos: a) las bromas estratégicas de Trump y b) los altísimos aranceles que países como Canadá le han impuesto históricamente a EEUU.
Cansados del ingrato oportunismo del mundo entero contra su país, los trumpistas han disfrutado mucho las bromas de su presidente a costa de los canadienses, especialmente cuando se refirió al saliente ministro de Canadá, como Gobernador Trudeau, o cuando sugiere burlonamente al país del norte como otro estado. Es su manera de subrayar la hipocresía globalista: por una parte, depende social y económica de Estados Unidos y por otra, como protectorado del Reino Unido, baila al son que le toca la Unión Europea.
Pero, como la inmensa mayoría de los estadounidenses que lo eligió como líder de su país, Trump sabe que la idea de Canadá como un estado de la Unión Americana no es ni práctica, ni factible ni deseable.
Por una parte, Canadá ya disfruta de los privilegios y subvenciones como nación vecina y aliada de EE.UU. Cientos de miles de sus ciudadanos vacacionan, estudian, trabajan, buscan servicios médicos, o tienen propiedades en las tierras del tío Sam.
Por otro lado, Canadá es una nación agobiada por los problemas sociales y económicos causados por su wokismo como para que EE. UU aspire a echarse esa carga encima. Un pueblo que votó por Trudeau, un político inepto y fanfarrón de la izquierda elitista. Ahora con Carney, financiero, agente de la UE y partidario de la agenda 2030, como un utópico estado 51 los canadienses otorgarían la hegemonía al corrupto y desquiciado partido demócrata.
No es una opción
Los medios de propaganda han escrito mucho sobre la renuencia canadiense a la idea de que su nación se convierta en parte de Estados Unidos. Pero poco o nada mencionan sobre la renuencia de los mismos estadounidenses, especialmente de los republicanos. Un nuevo estado con 41 millones de habitantes sería un verdadero dolor de cabeza, electoral y económicamente.
Nadie con sentido común es partidario de unir a Canadá a los EE. UU para subsidiar a una nación que durante mucho tiempo no ha sido la mejor aliada, se cree aun europea, y por tanto sufre de conflictos de intereses. Económicamente muy por debajo de Estados Unidos, Canadá sería, además, un lastre para el proyecto de renovación moral y económica que Trump ha puesto en marcha.
Por razones estratégicas, Estados Unidos lidia ya con un estado asociado, Puerto Rico, que, aunque es una nación más pequeña, presupone un tremendo gasto a los contribuyentes. De no ser así, la Isla del Encanto ya hubiera sido invadida por Cuba.
Inglaterra y Escocia.
Por si las dudas, un ejemplo actual de lo que sería el escenario de Canadá como protectorado de Estados Unidos, es el de Inglaterra y su situación con Escocia.
Un bello país, con una cultura y gente maravillosas, Escocia ha sido invadida políticamente por el wokismo, una ideología que drena la fuerza vital y económica donde se impregna. Al igual que Canadá, Escocia genera muchos conflictos de tipo político y financiero para los ingleses.
En la actualidad, Escocia padece un déficit nacional del 10,4% del producto bruto interno (PIB siglas del inglés), que es más del doble del déficit del Reino Unido en su totalidad: el 4,5% del PIB. Escocia subsiste, prácticamente, del bienestar social. Los 57 millones de ciudadanos ingleses subvencionan a la nación de más de 5 millones de escoceses con sus impuestos, protegiéndola del desastre económico. Esa ayuda proviene del trabajo de los habitantes de la región más productiva del reino: Inglaterra.
Canadá, ni riesgos
Sin embargo, las noticias no dan una idea realista de los problemas internos en Canadá. Sus divisiones culturales y sociales son más alarmantes de lo que se deja saber al mundo.
Brendan O’Neill, redactor político en jefe de la revista británica en línea Spiked, ve la situación con Canadá muy similar a la del Reino Unido con Escocia: “Si Canadá se convirtiera en el estado número 51 de Estados Unidos, sería como tener a un esquizofrénico deambulando en la cima de esa poderosa república, drenando sus recursos, avergonzándole y envenenando ideológicamente su cuerpo político” escribe el periodista.
Durante los últimos 18 años, informa O’Neill, la política escocesa ha estado dominada por el Partido Nacional Escocés (SNP en inglés) que gobierna el gallinero en la legislatura delegada del Parlamento escocés. El SNP es, sin lugar a dudas, uno de los partidos políticos más descabellados de toda Europa. Imagínense a Justin Trudeau con una falda escocesa con los colores del arco iris, emborrachándose con whisky de malta: ese es el SNP.
“Son la mosca en la sopa de la política de nuestro reino” apunta el comentarista, “Lucharon con uñas y dientes para bloquear el Brexit, por el que votaron 17,4 millones de británicos, el bloque electoral más grande de toda la historia del Reino Unido”. O’Neill señala que ese partido ha convertido a Escocia en un laboratorio del autoritarismo de izquierdas.
Humza Yousaf, una de las lideres del SNP, se queja de la cantidad de «blancos» que hay en puestos de poder en Escocia, un país donde el 95% de los escoceses son blancos! Este partido de tiranos, acosadores raciales, con su locura trans, tiene un efecto deformador en la política del Reino Unido.
En 2023, la entonces primera ministra de Escocia, Nicola Sturgeon, mando a la cárcel de mujeres a un doble violador porque este se identificaba como mujer.
Escocia es ahora un líder mundial de la censura, donde hay leyes que prohíben cantar canciones, consideradas ofensivas y encarcelan a personas por cantarlas en eventos deportivos. El SNP ha redactado leyes ridículas contra lo que ellos llaman incitación al odio y hasta han considerado el delito de «incitar al odio» en tu propia casa.
“Esto significa que quien sea que elijan los británicos en las urnas para dirigir sus destinos, ya sean conservadores o laboristas, siempre hay esta manada de burlones engreídos en el norte que buscan perturbar nuestra democracia con ideologías divisivas.
Eso sería Canadá para los Estados Unidos”, concluye O’Neill.
Gloria Chávez Vásquez escritora, periodista y educadora reside en Estados Unidos.
