Las personas productoras…
Ernesto Adair Zepeda Villarreal
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Recientemente leí en un reporte universitario la expresión “Las personas productoras”. Resalto que es una universidad pública, sin ir más lejos. Yo estudié en una universidad de carácter agrario, por lo que la cercanía al entorno o rural es parte indiscutible del plan de estudio, del modelo de vida, de la cosmovisión si se quiere. Puede que sea importante, o sólo una justificación de esta columna. Es relevante acaso, por la vinculación entre los elementos productivos con los sociales, y por tanto de su historia. Una expresión norteamericana es “the thin skin”, que se usa para referir a un tema que es sensible, ya que provoca alguna emoción inmediata, pero particular, subjetiva. Así que vayamos paso por paso. “Las personas productoras”, ese es el tema. Hablamos de personas, obvio, que producen algo. Gente que se dedica a producir, que elabora cosas, y que, por el contexto agrícola, se asume que están en el campo, en lo rural. Idea simple. Incluso ingeniosa, ya que es una expresión más alimentada con la idea de la universalidad del lenguaje, aunque sea, en mi opinión, hueca, banal, degradante. Pero me explico.
Sin saber, asumo que la expresión viene de una necesidad práctica de la economía del lenguaje y la apuesta por el llamado lenguaje de género. Entonces, una persona (no productor, porque eso es patriarcal) que produce, pues es eso, una persona que produce, sea hombre o mujer, sea indígena o sea criollo, sea de pequeña escala o de gran industria. Concepto simple, liso, llano. Aunque no me deja de resonar en la cabeza algo elemental, quizá muy quisquilloso, que valdría la pena debatir con la persona cuidadora del lenguaje que lo ideo. Y es justamente que la universalidad es un tema estudiado por el lenguaje, y hay como dos siglos de discusión de porqué el lenguaje es altamente político, y las implicaciones inmediatas que tiene tanto en la identidad como la relación de unos con otros. Incluso dentro de la dinámica tan latinoamericana del conceptismo (persona que conceptualiza), se profesa la fe casi ciega de que el lenguaje no es inerte, y que no es inocuo (de donde se agarra esa tan vapuleada moda de trasvestir el lenguaje). Entonces, la pregunta sobre “las personas productoras es pequeña”. Me atrevo a formularla. Aunque me imagino que la persona reactante de aquello no lo pensó de esa manera, ni tenía la menor intención de establecer un marco político en su texto (o sí, persona que politiza).
¿Qué diferencia hay entre un campesino y un productor? Y más precisamente: ¿qué diferencia hay entre referirlo de manera activa o pasiva? A título de muchos de ellos, hambres y mujeres, hay un fuerte carácter sociológico, histórico, económico, y, por tanto, de su destino. El productor es no es un empresario, pero no es un campesino, cosa que normalmente dejan muy en claro. También los campesinos se diferencian de los productores, porque tienen un apego espiritual a la tierra, una identidad híbrida. De manera burda, el campesino carga no sólo con sus problemas del día a día, si no con su identidad histórica, la lucha de tierras, la pobreza. El productor por su parte, también lo hace, porque en el hecho de producir activamente yace su motivo, su existencia, todo su sentido. Así, el productor es un concepto sociológico profundo, y el productor (con esa r), un manifiesto de su sentido en el mundo. Muchos lingüistas y sociólogos, por fortuna, hacen mejores análisis al respecto (espero), y hay academias completas que defienden una u otra batalla.
Volvamos a las “personas productoras”. Son en apariencia, personas, que producen, más como adjetivo que como acción implícita de su motivación, de su ser, de su cosmovisión. E incluyen de manera genérica a mujeres, hombres, muxes, sin importar su vínculo a las culturas indígenas, o el esclavismo europeo, o su magnitud, ni su ubicación, nada. Es sumamente democrática, porque, a fin de cuentas, despersonaliza al individuo, lo arranca de su contexto para volverlo algo pasivo, un objeto estudiado y manejable, descrito por amabilidad, ya que es una herramienta más del proceso de escribir un reporte. Es una herramienta, no un concepto, pues. Incluso me parece más vulgar que sólo escribir “productore”, que si bien risible en el sector agropecuario sería más cercano al motivo del redactante original (persona que redacta). Quizá soy un cascarrabias sobre el tema, es posible, y no debería dar para más que un ceño fruncido del lector (persona leyente). Aunque no me deja de parecer curioso el tibio manejo y la horrorosa no-musicalidad de la frase. Esta persona que escribe, que no escritor, puede que esté dando vueltas demás al tema por aburrimiento, por contexto histórico o cuando menos simple picardía.
