Editorial

A PULSO DE TINTA – LA NARRATIVA DE HORACIO QUIROGA

A PULSO DE TINTA

LA NARRATIVA DE HORACIO QUIROGA

GABRIEL AVILÉS

presagiodemar@gmail.com

 

Hace algunos años conocí la narrativa del escritor uruguayo Horacio Quiroga (Uruguay, 1879- Argentina, 1937), gracias al libro Cuentos de Amor, de Locura y de Muerte, el cual se puede encontrar en nuestra ciudad en los diversos centros comerciales y algunos culturales. Quiroga me conquisto con esta serie de narraciones donde, autor y personajes se fusionan en el arbitrario mundo de la literatura.

Pero para conocer mejor a este autor es importante analizar su trayectoria y vida, como bien antes mencione, uruguayo de nacimiento decide explorar el mundo y en plena juventud viaja al viejo continente en el año 1900 con el fin de conocer el mundo de los simbolistas, a su retorno a tierras sudamericanas funda en conjunto con otros intelectuales el Consistorio del Gay Saber donde era el principal representante y con ello una verdadera admiración por Edgar Allan Poe, teniendo como mentor y apoyo a Leopoldo Lugones.

Cada libro de Horacio Quiroga es una verdadera odisea, muestra de ello son los siguientes títulos: Los arrecifes de coral (1901), llamarada posromántica y modernista de contenido macabro, que incluye cuentos y poemas; El crimen del otro (1904) con el que cierra su pasado literario encuadrado en el decadentismo, Los perseguidos (1905) y en 1908 Historia de un amor turbio. En Cuentos de amor, de locura y de muerte (1917) su ingenio le permite escribir textos donde maneja el sufrimiento del campesino sudamericano, la pasión del ser humano en todas sus manifestaciones gracias a su habilidad para manejar el esquema del cuento efectista, pero al servicio de una temática regional.

Quiroga maneja como narrador lo pintoresco de su entorno sin ser superficial, al contrario, su entorno le sirve para dar a conocer el alma de los pueblos de América del Sur, claro ejemplo lo podemos leer en su texto El salvaje (1920) y Anaconda (1921), su último libro Los desterrados (1926) muestra al lector la tragedia del alma humana teniendo como regencia su propia vida

Para finalizar esta columna transcribo un fragmento del cuento La gallina degollada, perteneciente a su libro Cuentos de Amor, Locura y de Muerte:

Todo el día, sentados en el patio, en un banco estaban los cuatro hijos idiotas del matrimonio Mazzini-Ferraz. Tenían la lengua entre los labios, los ojos estúpidos, y volvían la cabeza con la boca abierta.

El patio era de tierra, cerrado al oeste por un cerco de ladrillos. El banco quedaba paralelo a él, a cinco metros, y allí se mantenían inmóviles, fijos los ojos en los ladrillos. Como el sol se ocultaba tras el cerco, al declinar los idiotas tenían fiesta. La luz enceguecedora llamaba su atención al principio, poco a poco sus ojos se animaban; se reían al fin estrepitosamente, congestionados por la misma hilaridad ansiosa, mirando el sol con alegría bestial, como si fuera comida.

Otras veces, alineados en el banco, zumbaban horas enteras, imitando al tranvía eléctrico. Los ruidos fuertes sacudían asimismo su inercia, y corrían entonces, mordiéndose la lengua y mugiendo, alrededor del patio. Pero casi siempre estaban apagados en un sombrío letargo de idiotismo, y pasaban todo el día sentados en su banco, con las piernas colgantes y quietas, empapando de glutinosa saliva el pantalón.

El mayor tenía doce años y el menor, ocho. En todo su aspecto sucio y desvalido se notaba la falta absoluta de un poco de cuidado maternal.

Esos cuatro idiotas, sin embargo, habían sido un día el encanto de sus padres. A los tres meses de casados, Mazzini y Berta orientaron su estrecho amor de marido y mujer, y mujer y marido, hacia un porvenir mucho más vital: un hijo. ¿Qué mayor dicha para dos enamorados que esa honrada consagración de su cariño, libertado ya del vil egoísmo de un mutuo amor sin fin ninguno y, lo que es peor para el amor mismo, sin esperanzas posibles de renovación?

To Top