A PULSO DE TINTA
CONOCIENDO A ARTISTAS DE OTRAS LATITUDES
GABRIEL AVILÉS
Todo lo que toco es diferente, diferente melodía,
diferente armonía, diferente estructura.
Thelonious Monk
Hace algunos años conocí a Jaime Villegas, desde entonces he ido descubriendo como cada nota de jazz se involucra con su trazo para volverse un entorno, un ambiente consagrado a ese género musical, cuyo nacimiento se remonta a New Orleáns vinculando a los músicos de diversas generaciones sin importar el contexto espacio-tiempo.
El jazz es una imagen sonora, ambigua donde los silencios y los contrastes del ritmo le dan un matiz etéreo pero firme a la melodía. En el caso de Villegas utiliza estos elementos para crear atmósferas imprecisas, subyugantes de un mundo donde el saxofón, el contrabajo, la guitarra, el piano y una buena voz remiten a paisajes, surrealismos, un cubismo inexacto o el estilo abstracto con técnicas de sorpresa, así ante estas contradicciones, Jaime vislumbra formas y recrea el sentir de los músicos que se divierten en otros espacios, en otras esferas, cada uno con sus respectivos enigmas, estigmas, misterios.
Si pudiera definir el trabajo pictórico de Jaime Villegas y el Jazz a través de un poeta, creo que el más indicado sería Oliverio Girondo, específicamente en su poemario En la masmédula (1946). Uno de los poemas contenidos en este título, en lo personal reflejan los acordes y la labor creativa de la pintura fusionada con el ritmo jazzístico:
De oleaje tú de entregas de redividas muertes
en el la maramor
plenamente amada
tu néctar piel de pétalo desnuda.
La labor de Jaime no sólo es la de pintar un momento donde la música es parte fundamental, sino conforme han pasado los años, cada dibujo creado se ha vuelto una crónica visual, una permanencia, el pasado y presente del movimiento sociocultural de un Cancún en constante renovación.
Jaime Villegas recrea un mundo análogo a los sonidos cálidos del saxofón, la libertad y contraste de los solos, el mensaje onírico de la música, el jazz clásico y jazz fusionado con ritmos latinos, del flamenco y los ritmos africanos, la alquimia de las texturas del alma registradas de manera nítida por un hombre que toma a la pintura como instrumento para alcanzar en los preámbulos de la madrugada la seducción de los sonidos.