Editorial

A TRAVÉS DE LA PLUMA – SOBRE EDITORIALES INDEPENDIENTES

A TRAVÉS DE LA PLUMA

SOBRE EDITORIALES INDEPENDIENTES

MIGUEL MIRANDA (Malix Editores)

 

Con la invención de la imprenta en el siglo XV, los impresores se convirtieron en los primeros editores; ellos eran quienes decidían qué y a quién publicar en la primera época del fabuloso invento de Gutenberg. Hasta el año 1500, se habían impreso más de 40 mil volúmenes, un número por demás impresionante considerando la baja taza de alfabetización así como la escasa población europea en esos años. A esos libros se les llama “incunables”.

Pero al parecer, el negocio de los libros fue toda una bomba: a pesar de lo limitante del mercado, existían mercaderes de libros y traficantes de manuscritos, tal vez los primeros “piratas” editoriales, y a pesar de que la mayoría de los libros eran de tema religioso, el impresor-industrial cumplirá el papel de editor durante varios siglos.

A principios del siglo XVI los mercaderes de libros se encontraban en las ferias alemanas, destacando la de Frankfurt, y cosa curiosa, a la vuelta de más de cuatrocientos años sigue siendo la más importante en la actualidad; reúne más de 270 mil asistentes cada año y más de 7,200 expositores.

La figura del editor tomó fuerza a partir de la era industrial, se convirtió en un gestor de recursos, un director de orquesta que coordina tareas precisas para que un manuscrito lleno de ideas de uno o varios autores lleguen hasta las manos de los lectores convertido en un libro. El editor trabaja con el autor en su manuscrito hasta conseguir un resultado final y gestiona empresarialmente para invertir en el libro, venderlo, e intentar obtener algún beneficio mediante su publicación.

Jason Epstein, el gran editor norteamericano quien entre otras gracias publicó a Vladimir Nabokov nos dice: “La edición de libros es, por naturaleza, una industria artesanal, descentralizada, improvisada y personal; la realizan mejor grupos pequeños de gente con ideas afines, consagradas a su arte, celosa de su autonomía, sensible a las necesidades de los escritores y a los intereses diversos de los lectores. Si su objetivo primordial fuera el dinero, esas personas habrían elegido otras profesiones”.

Curiosamente, el señor Epstein fue director editorial de Random House, uno de los emporios editoriales más grandes del mundo.

Los editores, que trabajaban hasta la primera mitad del siglo pasado de manera casi individual y utilizando su apellido, como Porrúa, Bruguera o Grijalbo fueron transformándose en grupos de gestión con nombres de Planeta, Lumen y Anagrama para finalmente, ser absorbidos -o devorados- por los enormes tiburones mundiales de la gestión como Penguin Random House o Pearsons.

Pero en ese ecosistema también cohabita el plancton; las editoriales independientes; quienes publicamos lo que queremos y por el solo placer de hacerlo, aún intentando no morir en la gestión.

Esther Tusquets, editora que reformó las reglas de la edición de libros en España con su editorial Lumen, decía: “Una editorial independiente no depende del tamaño. Se trata de no tener imposiciones externas, de que el catálogo no se ajuste a la necesidad de vender, y una multinacional tiene que responder a una junta de accionistas”.

La lengua española tiene 400 millones de hablantes, dejemos que ellos decidan qué leer.

To Top