LOS CLICHÉS DEL ADULTERIO
GABRIEL AVILÉS
A PULSO DE TINTA
presagiodemar@gmail.com
Como cada semana nos vemos después del trabajo, gracias a los clichés del adulterio: horas de más en la oficina, una junta de negocios o en dado caso ir a tomar algo con los compañeros y otros pretextos infantiles. Todo en perfecta mentira para luego mitigar nuestro arrepentimiento con un frío beso a nuestros hijos.
Desde hace veinte años ha sido la misma comedia: aparentar la familia perfecta, ir a la iglesia cada domingo, cumplir con los deberes maritales pero convaleciendo ante el hastío y con nuestros cónyuges cuya piel simboliza costumbre y una terrible soledad después de hacer el amor sin sentirlo.
Unas copas para abolir la culpa y pasar a los abrazos sin pudor, a jadeos que se confunden mientras olvidamos la conveniencia social, aquí, en esta habitación envuelta de impuros sudores, nos avasalla la sinrazón hasta llegar al orgasmo sin prejuicios, sin pensar que volveremos a ser dos seres confinados a las reglas de una pútrida sociedad.
Recorro tu sexo sin premura, sin zozobra, con la pasión que se tiene sólo cuando dos cuerpos son una fusión, sin miedo, como aquella tarde de cuaresma en la cual perdimos la virginidad sin pensar en futuros. En estos minutos retornamos el pasado pero con la experiencia de la edad.
Pasan las horas, la pasión se queda en las sábanas, volver a nuestros hogares para seguir con nuestra farsa, ocupar de nuevo, el lugar que corresponde, el ser dos amorosas esposas mientras a solas seguimos sintiendo nuestro olor. Sabes, en ocasiones, odio la cobardía compartida pero te amo aún en los lenguajes que nadie entiende.