Crónicas del Olvido
UNA VOZ FUERA DEL TEXTO
-Alberto Hernández-
I
Augusto Monterroso camina con alguien por una calle cualquiera. Abandona el libro sobre la mesita de noche de su habitación. Ha leído con pereza las primeras páginas: dejó pasar la noche y despertó sobresaltado: se levantó y abrió la puerta para encontrarse con aquella declaración que dejó, más para los escritores que se inician, que para sus lectores. “Está bien leer mucho, estudiar con ahínco; pero observar a las personas le sirve más a un escritor que la lectura de los mejores libros. El autor que se olvide de esto está perdido”.
Alguien se preguntará cómo hizo quien escribió “Movimiento perpetuo” para observar a un dinosaurio o a una vaca que después de muerta encontró a alguien que la defendiera ante el Círculo de Escritores para que protegiera sus derechos de autor. Para Monterroso la lectura externa del texto tiene que ver con la imaginación. Desde esta perspectiva, lo literario en el guatemalteco recién fallecido en México juega un papel relevante, con la maestría de hacer de los géneros una maniobra, la crítica intenta deshojar la margarita de la confusión. Y es que Monterroso, en uso de su irónica libertad, lo que busca es la estética que su talento narrativo construye más allá de cualquier rasgo opresivo.
II
Bajo la sombra de un falso techo, Monterroso ve pasar el mundo. Gentes de todos los tipos, animales arrogantes que intentan descifrar la grandeza del universo. Bestias desaparecidas que forman parte de la realidad que consume el imaginario de una voz fuera de todo texto, sólo preferible por el ruido oculto de la ciudad. Monterroso prefiere la vida, la que pasa a su lado y luego convierte en relato.
El poder, esa abrogación testamentaria común en nuestra historia política, no deja de habitar las páginas de este cuentista, el más famoso en cuanto a la extensión que ocupa en la blancura que la mirada atrapa en el libro. Menciono “El eclipse”, donde el autor maneja la ambigüedad: a punto de ser sacrificado. Fray Bartolomé Arrazola dice al grupo de indígenas con quienes vivió durante tres años, que si lo mataban un eclipse oscurecería la tierra. Pero los indígenas no hicieron caso y lo sacrificaron: “…mientras uno de los indígenas recitaba sin ninguna inflexión de voz, sin prisa, una por una, las infinitas fechas en que se producirían eclipses solares y lunares, que los astrónomos de la comunidad maya habían previsto y anotado en sus códices sin la valiosa ayuda de Aristóteles”. Huelgan los comentarios. El poder derrotado por el conocimiento. El poder siempre creído poder, arrastrado por su propia arrogancia. Si el corazón sangrante de Fray Bartolomé Arrazola fue suspendido bajo la brillante luz del sol o de la luna, así mismo la lectura extratextual revela un Monterroso que como él mismo lo dice en Dualidades se disoluciona: “Uno es dos: el escritor que escribe (que puede ser malo) y el escritor que corrige (que puede ser bueno). A veces de los dos no se hace uno. Y es mejor todavía ser tres, si el tercero es el que tacha sin siquiera corregir…” ¿A dónde voy con esta digresión? A afirmar que la dualidad de este narrador va más allá de cualquier facilidad para escribir, existe una preocupación acerca de lo que avienta la literatura: en el cuento arriba señalado, el personaje intenta convencer a sus matadores de que sabe, porque Dios seguramente se lo dijo, que habrá un eclipse. Lo que no sabía Arrazola era que los mayas también tenían conocimiento de lo que sucedería o no, gracias a sus observaciones. Más allá de la muerte no habrá corrección de texto, pero queda un tercero, de aquellos dos del citado texto de Monterroso: “…es el que tacha sin siquiera corregir, y se pregunta si no hay un cuarto, el que lee “y al que los tres primeros han de convencer de que sí o de que no, o que debe convencerlos a ellos en igual sentido”. Esa multiplicación de elementos posibilita la lectura monterrosina: un tejido estético que tiene en el lector el más seguro destinatario.
Escrito el texto, éste se hace un nuevo misterio. Su destino tiene otra lectura, fuera de los mismos personajes, fuera de la historia, fuera de su propio futuro.