MIEDO
FRANCISCO PAYRÓ
MANSALVA
www.franciscopayro.com
Ese miedo cerval que ves ahí, agazapado, vestido de ropajes. El modo en que te mira. Sus modales de holgazán y de ratero. Tú crees que ese miedo te acompaña desde que tu memoria echó raíces en la tierra ancestral de tus mayores, que no te corresponde a ti desdibujarlo.
Te habla, ¿puedes oírlo?
Ha dicho hace apenas algún tiempo que guardas bajo llave –en un cofre a salvo de entrometidos y curiosos– el secreto de tus silencios, de los viajes hacia ninguna parte, cuando te escabulles miradas adentro, y de tus risas locas por inexplicables.
Tendrías que pensar, talvez, en cambiarle de nombre al miedo. Llamar de ese modo a la terquedad de abrir una puerta para no cerrarla, a la desazón de mirar a la distancia la forma en que envejeces es nombrarlos como nombras a un perro o a una calle.
¿Es miedo el sobresalto que te cierra los ojos cuando la luz de tus noches se disipa? ¿Lo es la unción con la que besas a las ausencias cotidianas?
Ven, siéntate aquí –te dice con acritud el temor que contigo va y viene cuando cruzas avenidas, cuando miras desmemoriado la oscuridad de una tarde descorazonadamente oscura.
Ven –te insiste. Lo miras a los ojos y es claro que se parece tanto a ese endeble adolescente que eras hace apenas unas lágrimas. Te dices, por lo mismo, que guardarás en cualquier parte –como siempre– el zumbido de las cosas pasadas, que no escucharás más a ese llamado pordiosero.
Ese miedo que ves allí tocando a tu puerta como un desvalido en cuya mirada te pierdes si te mira.
Quizás, por fin, haya llegado el momento de dejarlo hablando solo.