Reencarnaciones
Mariel Turrent
A Través de la Pluma
www.malixeditores.com
“Hace unos días, asistí a la inauguración de la librería “Popol Vuh” del Fondo de Cultura Económica (FCE) – EDUCAL, en el Centro Cultural de las Artes. La presidenta Municipal de Benito Juárez, Mara Lezama, cortaba el listón inaugural mientras decía: “Estoy convencida de que a través de la literatura podemos construir una sociedad más justa y equitativa. Por ello, es muy importante para mí, promover y estimular el hábito de la lectura, son herramientas fundamentales para la recomposición del tejido social”.
Caminé entre los pasillos ojeando libros y encontré el poema Rencarnaciones de Jenny Lodoño*:
“Vengo desde el ayer, desde el pasado oscuro,
con las manos atadas por el tiempo,
con la boca sellada desde épocas remotas”.
Entonces se me acercó Isabel Romi, había leído una entrevista que me hicieron en alguna revista, y me dijo que se sentía plenamente identificada conmigo. Yo, por supuesto, ni recordaba qué había dicho en la entrevista, pero ella me contó que asistía un grupo de literatura pero que eran todos hombres y que constantemente destrozaban sus escritos.
“Vengo de lo profundo del pozo del olvido,
con el silencio a cuestas,
con el miedo ancestral que ha corroído mi alma
desde el principio de los tiempos”.
“Me dicen que lo que escribo no sirve”, me dijo. Entonces, recordé el desánimo que sentí cuando envié mi novela a personas (sexo masculino) que pensé que me apreciaban y me apoyarían pero que me ignoraron por completo. Recordé que muchos años atrás, un famoso cronista amigo de mi padre, siempre me vio como una niña boba que quería jugar a escribir, pero que cuando, sin su consentimiento, edité y envié un escrito usando un texto que escribimos en conjunto a manera de “juego” y gané un premio, no dudó en ir a reclamar su parte y a gorrearle a mi papá la cena después de la premiación.
“He conocido a todos los hombres del planeta:
los grandes y pequeños, los bravos y cobardes,
los viles, los honestos, los buenos, los terribles.
Mas casi todos llevan la marca de los tiempos.
Unos manejan vidas como amos y señores,
asfixian, aprisionan, succionan y aniquilan;
otros manejan almas, comercian con ideas,
asustan o seducen, manipulan y oprimen”.
Y curiosamente, unos días después, investigando sobre el libro “Los niños perdidos” de Valeria Luiselli, leí en una entrevista que le hicieron la misma historia. La escritora aseguraba que su éxito lo había logrado fuera del país, pues cuando empezó a escribir en la UNAM encontró que, “El ecosistema literario en México sigue estando dominado por un montón de viejitos y chavorucos que piensan que cada que se muere un tótem llega otro totemsito a ocupar un lugar. Y por supuesto, nunca hay lugar para una totemsita”.
“He recorrido todos los caminos.
He arañado paredes y ensayado cilicios,
tratando de cumplir con el mandato
de ser como ellos quieren,
mas no lo he conseguido”.
Pensé en mujeres como, Elena Garro diciendo de Octavio Paz: «Nuestra historia fue una historia de amor y de envidia…yo vivo contra él, estudié contra él, hablé contra él, tuve amantes contra él, escribí contra él y defendí a los indios contra él, escribí política contra él, en fin, todo, todo, todo lo que soy contra él».
Si bien existen estos tótems en el ecosistema literario, los cronistas miserables y los intelectuales envidiosos que tienen prejuicios contra las mujeres. También existen las mujeres que lo aceptan y las que los ignoran; las que les damos la vuelta. Yo no soy un ejemplo, (para muestra habrá que leer a mujeres de la talla de Malala Yousafzai —ganadora del premio Nobel de la Paz a los diecisiete años). Los hombres de mi vida son seres humanos sensibles y amables, y aunque estoy consciente de los diferentes roles que por decisión propia cada uno ha asumido, nunca vi entre nosotros otra diferencia. Han sido mis mejores amigos, mis cómplices, mis compañeros, mis promotores. Me han impulsado y me han apoyado. Los hombres de mi vida son igual que las mujeres de mi vida: seres humanos que gozan y sufren, que tiene defectos y cualidades en igual proporción. Pero sé que no todas las mujeres han tenido mí misma suerte. Así que habrá a quien le cueste más trabajo pero, de todas formas, tendrá que aprender a darles la vuelta y dejarlos atrás.
“¡Somos tan poderosas como ellos
y somos muchas más sobre la tierra!
¡Más que el silencio y más que el sufrimiento!
¡Más que la infamia y más que la miseria!
Que se rompan los dogmas y el amor brote nuevo.
Hombre y mujer, sembrando la semilla,
mujer y hombre tomados de la mano,
dos seres únicos, distintos, pero iguales”.
*Reencarnaciones de Jenny Londoño ganó el primer premio del Concurso Nacional de Poesía “Gabriela Mistral”, en Quito (Ecuador) en 1992, por la capacidad de traducir en este poema la historia de las mujeres.