DONACIÓN DE SANGRE
ROBERTO CARDOZO
Y AQUÍ EMPIEZA EL ABISMO
Son las 8:30 de la mañana, estoy saliendo de dar una clase en mi escuela y vine al hospital a donar sangre. Desde que llegué, me han atendido con toda la amabilidad y me explicaron en qué consiste el proceso, me han preguntado por algunos detalles de la dieta y cuestiones médicas recientes. Me dicen que espere. Pasado un rato, me llaman y me sacan una pequeña muestra, salgo y espero de nuevo. Más tarde, me atiende una enfermera que me hace una pequeña entrevista sobre algunos hábitos vitales, ahora me pide que me recueste en una silla especial para los sangrados.
Espero un minuto, me aplican la aguja, me piden que abra y cierre la mano, es el proceso exacto de la donación. Pasados unos cinco minutos, se oye un pitido y me retiran la aguja, me piden que espere un rato en la misma posición mientras me preguntan si me siento bien. Hasta ahora todo bien, aunque me siento un poco mareado. Al rato, me piden que pase a una salita donde me sirven un desayuno que consiste en un jugo de naranja, un sándwich y una manzana, que coma lento. Terminando, lleno un último cuestionario y me entregan dos hojas, una es la constancia de donación, misma que le servirá al paciente y la segunda es para pasar a recoger los resultados de unos análisis que tendré de manera gratuita y que estarán listos en dos días. Han pasado dos horas en total desde que llegué, localizo a los familiares del paciente, platico con ellos un rato, no puedo pasar a saludar a mi amigo por la gravedad de su situación, pero le dejo un mensaje, me despido y me retiro.
Pocas veces tenemos la oportunidad de ayudar de una manera más comprometida como cuando donamos vida. Hace unos días, supe de un amigo que necesitaba donadores de sangre y plaquetas, notando que muchos de los que nos invitaron, declinaban aduciendo motivos diversos. Aún no entiendo por qué tanto miedo a las agujas o al hecho de perder un poco de sangre, misma que se recupera en un par de días.
Por otro lado, tenemos a una persona que su vida depende de una transfusión y no podemos ponernos a pensar en nuestros miedos por encima de la persona a la que podemos ayudar de esta manera. Somos seres que protegemos nuestra integridad por instinto y nuestro mismo instinto de conservación nos dice que perder sangre conlleva un riesgo; sin embargo, nuestra identidad social, reconociendo que formamos parte de clanes que también deben mantenerse en conservación, debemos sentir que tenemos que hacer algo por la armonía del mismo.
Donar no es tan difícil realmente. Todo el proceso es un poco tardado, pero el acto propio de la donación de sangre dura aproximadamente cinco minutos. Es un pinchazo que, si bien, duele un poco, no es algo que ponga en peligro nuestras vidas y, en lo que nos ponemos a pensar en el dolor, ya habrán pasado los cinco minutos.