Crónicas del Olvido
ORILLAS
Alberto Hernández
1.-
En estos días, cuando el cielo anuncia tantas cosas, sólo es ocurrencia íntima favorecer la presencia de la magia. Invocarla, hacerle un lugar bajo las nubes que se acomodan sobre el lomo gris de la montaña. Y es de pensar que la misma poesía está resentida. Alguien celestializa bajo el Sol. Recurre a oraciones olvidadas, a silencios puestos en orden en la biblioteca. A dioses perseguidos por una invasión de abejas.
Una pereza vegetal desestima el intento de cruzar el umbral de la realidad. Quien así lo hace cree tener suficiente fuerza para derribar viejos muros.
2.-
“Escribir a esta hora pervierte la vida”, se oye en el cementerio. Sobre una lápida un anciano llora la vida de la muerte. Unos desgastados cuadernos dejan ver la afición por rasguños verbales. Lentamente, como si no quisiera alejarse de la tumba que lo contiene, se levanta y camina hacia la calle. Quien lo sigue con los ojos sabe que es la misma muerte, feliz, atenta a cualquier despropósito del clima.
3.-
En una esquina, animado por el calor, un hombre se descarna los huesos. Con un extraño placer ha comenzado a verse el interior del cuerpo. Horrorizados, los transeúntes buscan una explicación a tan extraño suceso.
“Nunca han entendido nada. La carne es una ilusión. Sólo yo existo”, grita el esqueleto del hombre.
4.-
La ciudad fue cubierta por las aguas del último diluvio. El alcalde abordó asustado la pequeña embarcación. Unos infantes, agarrados de las ramas de un inmenso samán al que sólo se le veía la copa, gritaron pidiendo ayuda. El hombre remó con tanta angustia que no se dio cuenta cunado se lo tragó la alcantarilla.
5.-
Y así, el mismo día del más largo aguacero, los pájaros que bajaban de la montaña retornaron a los árboles más seguros. Según fue su pensar.
Sólo se veían los últimos pisos de los edificios otrora más imponentes. Un cuerpo inflamado cruzaba elegantemente entre dos columnas. Un hombre y una mujer navegaban: trataban de llegar a la montaña. Una bestia desconocida los atrapó en medio de la euforia del cielo.
6.-
Para quien la felicidad es la más alta aspiración humana, que no piense en el cáncer, y mucho menos en un cargo público. Si es blanco de corazón, por supuesto.
7.-
Un esqueleto daba una clase de anatomía en plena plaza pública. La policía –atenta a cualquier evento que pusiera en peligro la tranquilidad ciudadana- lo esposó y lo envió con sus huesos al cementerio de los locos.
8.-
Decía el suicida que después del disparo sólo queda en la memoria el olor a pólvora. Que la muerte es el repaso de una lección de lógica.
9.-
Los que se sienten dueños de la verdad son los mentirosos más felices: viven de la estafa y de decir que Dios a diario baja y los invita a tomarse un café.
10.-
“A la vuelta de la página está mi otro yo. Sólo que yo no existo”, dijo el personaje de la novela.