Editorial

Los pininos de Simón – A Través de la Pluma

Los pininos de Simón

Mariel Turrent

A Través de la Pluma

 

Ayer llegó Simón a la oficina de Malix Editores con una sonrisa de oreja a oreja, con un andar lleno de aliento y moviendo el rabo con sus aires de grandeza. Orgullosísimo nos presentó su novela terminada.

—Simón, —le dijo Fernando— ¿cómo has hecho para escribir trescientas páginas si nunca te he visto con un libro en la mano?

Pero Simón, no se amilanó, estaba seguro de que su novela era magistral y que pronto sería un best seller.  

Como es costumbre, Rodrigo se dispuso a hacer el dictamen y pronto nos reunió a todos los Malixes para comentar el punto: la novela de Simón no solo era completamente fallida, estaba llena de lugares comunes y la historia era una especie de collage de todas las películas de aventuras espaciales que había visto, con ideas más obsoletas que las que escribió Julio Verne en De la Tierra a la Luna.

Debo confesar que Simón es el hijo más pequeño de la manada, y se da aires de escritor, pero jamás le hemos visto talento y, aunque nunca lo aceptará, jamás ha leído un libro completo. Nosotros preocupados, pues no queríamos cuartar su sueño y mucho menos desanimarlo; buscábamos algún pretexto que disculpara la mediocridad de su trabajo.

—Para Rilke, la inspiración lo era todo, estaba convencido de que únicamente a través de una experiencia poética podía emerger la poesía —comentó Miguel—, pero es claro que el joven Simón poco ha vivido. No le conozco amor alguno, y ni qué decir de que le hayan roto el corazón. Aunque sinceramente no necesitaría nada de eso para escribir de extraterrestres.

Sin duda, Simón lleva una vida poco inspiradora, y su imaginación lejos de volar hacia lugares desconocidos no hace más que redundar en las imágenes de las series de Netflix y los videojuegos, pero T.S. Elliot aseguraba que un texto superficial puede parecer más profundo si se logra la excelencia técnica; es decir, que no es tan importante haber vivido en carne propia un drama para poder escribir algo que haga vibrar a otras almas. Pero Simón, como bien lo dijo Fernando, tampoco se ha preocupado por leer, ni por aprender la técnica. Cree —aunque seguramente no conoce la anécdota de Coleridge y su poema Kubla Khan escrito de una sentada inmediatamente después de un sueño opiáceo y cuya prosodia calificó Borges de exquisita— que, si lee un par de líneas antes de echarse su siesta verpertina, al despertar, la inspiración llegará y podrá escribir algo magistral.

—Ni modo. Más vale una colorada que mil descoloridas —dijo Miguel envalentonado—. Tenemos que decirle la verdad. Que tiene que prepararse y leer si realmente quiere ser escritor.

Entonces, agarrando al toro por los cuernos —pues a Miguel le encanta esto de la tauromaquia—, le explicó a Simón lo que significa el oficio de escritor con las palabras de Truman Capote:

“Cuando Dios nos ofrece un don, al mismo tiempo nos entrega un látigo, y éste sólo tiene por finalidad la autoflagelación.
Pero, naturalmente, yo no lo sabía. Yo escribía historias de aventuras, novelas policiales, escenas cómicas, cuentos que me había narrado ex esclavos y veteranos de la Guerra Civil. Me divertía muchísimo, al principio. Dejé de divertirme cuando descubrí la diferencia entre escribir bien y mal, y luego hice un descubrimiento más alarmante aún: la diferencia entre escribir bien y el verdadero arte. Una diferencia sutil, pero feroz. Después de eso, cayó el látigo.”

Después de eso se desató la tormenta. Todos empezamos a aleccionarlo y a decirle que esto de escribir, aunque parece que cualquiera puede hacerlo, pocos lo hacen bien. Pero que por algo se empieza y que era encomiable que se hubiera sentado a escribir trescientas páginas.

Simón salió de ahí, con las orejas gachas y el rabo entre las patas. A nosotros el corazón se nos disecó. La tarde también se arrugó, como si nuestro deseo de eliminar ese episodio, arrojarlo al cesto y volverlo a escribirlo fuera posible.  

Sin embargo, estamos seguros de que, si Simón regresa, será porque realmente tiene vocación y habrá crecido. Si no, ya encontrará placer en otro oficio.

To Top