LAURA Y SU PURIFICACIÓN
GABRIEL AVILÉS
A PULSO DE TINTA
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Para todos aquellos que saben morir y volver a nacer.
Son las cuatro de la madrugada, Laura llega a casa después de una noche de alcohol, sexo y desvaríos. Se siente sola; hacer el amor por inercia, con algún desconocido no sirve a la autoestima; por ello, al llegar a departamento decide tomar algunas copas de whisky mientras olvida el aroma del amante en turno.
Pasan las horas, la botella casi vacía le hace recordar los sinsabores de la infancia: abusos sexuales por parte de miembros de su familia, el alejamiento por parte de sus padres; la soledad al ser diferente a las niñas de su edad sólo por tener una pierna de madera. Ahora a sus treinta y tantos años, sigue en el mismo círculo vicioso, sola, viviendo de su trabajo de recepcionista y alcoholizándose para tener un encuentro íntimo con los ebrios que esperan el alba, éstos por lástima le otorgar placer sin prejuicio.
Amanece, los tragos la arraigan en la autodestrucción, sin temor al mañana y completamente decidida a purificar su existencia, con pasos aletargados y desiguales, llega al baño donde primero se da una ducha y luego con más lucidez bebe el trago que la llevará a la condición de ser un vaho de eternidad.
Sin miedo y con seguridad toma la botella de ácido muriático y en menos de dos minutos se siente plena al ver como su cuerpo se retuerce de dolor pero su alma se libera de toda frustración para ir a un nuevo horizonte.