Umbral
César Iván Espadas Sosa
Poemonte
Desde que el hombre es sapiens sapiens, ha querido descubrir
quién es él, para qué está aquí, qué tiene o debe de hacer. En todas
las épocas y en todas las culturas en diferentes formas, ha hecho
peregrinajes físicos o mentales tratando de encontrar respuestas a su
búsqueda para entender las causas adversas que lo hacen caer en
angustia, de la esperanza que lo levanta pero que lo lleva de nuevo a
cuestionar la confusión del mundo, de la vida, del sufrimiento y de
la inminente muerte. Busca alivio a su soledad inevitable, quiere
aprender y tener un apoyo y aferrarse a algo o alguien para no sufrir
de nuevo.
Este anhelo es más intenso en estados de crisis emocionales.
Su alma sufre y la destrucción amenaza. Busca solo o acompañado
el sentido de su existencia, de la importa de su paso por esta a veces
brillante, otras, obscura vida, además con conciencia de que dejará
de existir, que morirá.
Los caminos para encontrar respuesta a sus interrogantes,
pueden ser variados y muchas veces combinados o amalgamados. Se
recurre a familiares, amigos, maestros, misticismos, ciencia, que
ayudan en esta jornada.
La lectura, la palabra hablada y escrita son formas maravillosas
de acompañarse en este ansioso caminar por los senderos que nos
harán descubrir los misterios de la vida en general y de la muerte
misma.
Mi peregrinaje ha sido intenso y aún es inacabado. Desde mi
infancia me hacía pensar mucho mi padre cuando cantaba: … “el
hastío es pavorreal que se aburre de luz en la tarde”…, o Aurora:…
“tú dónde estás, yo quisiera saber de tu vida…”
Después de una infancia llena de magia, juegos y amigos
mayas, en un ambiente familiar romántico lleno de música,
canciones, poesía, afectos y amores, comencé a encontrar
respuestas teniendo como marco el embrujo del monte, el
descubrimiento de su universo, cuando me internaba en la verde
maraña para entender sus secretos. La huella imborrable de los
maestros de mi vida y los libros de mi alma marcaron para siempre
mi destino.