El Eterno Retorno y la Dualidad
Mariel Turrent
La poesía cambia con el tiempo pero solo,
como el tiempo mismo,
para volver al punto de partida.
Octavio Paz
Octavio Paz (1914-1998), fue una de las figuras más influyentes en el mundo cultural y sobre todo en la literatura mexicana. Su estilo marcó la pauta en las siguientes generaciones de poetas, internacionalizando la poesía mexicana e inaugurando una poesía conceptual siempre atenta a las vanguardias. Piedra de sol es el gozne que inicia la etapa que lo acompañará hasta el final. La puerta a ese mundo en el que se instalará el resto de su vida literaria y en el que crecerá como escritor y como intelectual.
Hacer un análisis profundo de esta obra me rebasa, no solo por la complejidad sino por mi falta de conocimiento. Sin embargo, me gustaría comentar dos conceptos que se repiten constantemente en su obra y que en este poema se pueden apreciar con claridad: la circularidad y la dualidad de contrastes.
Para iniciar es preciso ubicar esta obra en la segunda etapa de la vida del escritor. Época que transcurre entre 1944 y 1958 cuando Paz se instala en Berkeley y conoce la poesía inglesa: específicamente se ve afectado por T.S. Eliot, de quién aprendió que el presente está habitado por el pasado y la modernidad y la tradición se pueden incluir en una misma obra (2). Esto lo plasma con gran atino en Piedra de sol de la misma manera que pone en práctica una técnica, en su momento experimental, donde mezcla un lenguaje coloquial con formas poéticas muy trabajadas, cosa que antes no había pensado empatar.
Sus inicios como escritor estuvieron poblados por poetas como Carlos Pellicer, Xavier Villaurrutia, Pablo Neruda, Quevedo y San Juan de la Cruz, pero aprendió de los surrealistas que se podía crear una nueva realidad. En especial, André Breton influyó en su obra, pero Paz nunca fue un alumno fervoroso, sino un investigador que cuestionó, asimiló y transformó, un receptor reflexivo que encontró su propio cauce.
Piedra de Sol es la biografía de Octavio Paz, de su generación y de la historia contemporánea—dice Emmanuel Carballo (en Paz. Obras Completas, t. XIV, pp.18-19) —, el poema sintetiza la estética del surrealismo con la supervivencia de los mitos que menciona en el poema —Piedra de sol es el nombre del calendario azteca—, trenzados con la cotidianeidad, con su propia soledad que se convierte en la soledad de un pueblo y a su vez de la humanidad.
Aunque algunos estudiosos lo colocan como un poeta moderno (y su interlocutor es en sí el hombre moderno), me parece que tiene características posmodernistas, ya que retoma el endecasílabo español, pero lo transforma, de la misma manera que su actitud frente al pasado es continuidad, e incluye al pasado en el presente, retomándolo e insertándolo en una síntesis. Paz es además autorreflexivo y tiene un gusto por la intertextualidad que utiliza para explicar su propia cosmovisión.
“Piedra de sol se inició como un automatismo. Las primeras estrofas las escribía como si literalmente alguien me las dictara. Lo más extraño es que los endecasílabos brotaban naturalmente, y que la sintaxis, y aun la lógica eran arbitrariamente normales… Fue un caso de colaboración entre lo que llamamos el inconsciente (y que para mí es la verdadera inspiración) y la conciencia crítica y racional… Otra potencia que intervino en la redacción de este poema: la memoria […] Por ser obra de la memoria, Piedra de sol es una larga frase circular.” O.P.
A pesar de que Paz se pronunció en contra de la escritura automática de los surrealistas y desconfió de ella, de alguna manera reconcilia esta técnica de vanguardia con la forma clásica del endecasílabo. Retoma las propuestas y trabaja en ellas para crear su propia voz.
Un epígrafe de Artémis, de Gérard Nerval nos introduce a Piedra de Sol, con él, Paz nos sitúa en este concepto circular del que nos habla; ahí donde uno se pregunta si el final es el principio, si el último rey es el primero o el último amante o no existe más que uno solo que es el principio y el fin.
De la misma manera el escritor inicia y termina Piedra de sol, con la misma estrofa: “ un sauce de cristal, un chopo de agua” … que después de hacer un largo recorrido, después de “dormir siglos de piedra”, regresa al mismo lugar, “el sol entra a saco por su frente y despega sus párpados cerrados para revivir un sauce de cristal, un chopo de agua, un alto surtidor que el viento arquea, un árbol bien plantado mas danzante, un caminar de río que se curva, avanza, retrocede, da un rodeo y llega siempre”. Aquí se resume todo, este concepto circular que conforma la unidad y el movimiento estático, un recorrer de siglos por la historia que regresa siempre al individuo. Lo general que se repite en lo particular, el agua que recorre un camino, pero es siempre agua a pesar de que progresa, recula y vuelve. Lo particular es el resumen del universo. El sol simboliza el movimiento, la piedra lo estático, el árbol con sus raíces nos habla de algo quieto, inalterable, pero este árbol es danzante, dinámico.
Desde las primeras palabras vemos estos dos conceptos: dualidad y circularidad. El eterno retorno del tiempo y las imágenes contradictorias que se funden en una nueva imagen: la fuerza del sauce con la fragilidad del cristal; el movimiento y lo estático en árbol danzante.
Dice Soledad Loaeza en un artículo de la revista Nexos, que Paz fue un hombre de contrastes, miraba el mundo como un enigma a través de las contradicciones de la realidad buscando revelar lo que se oculta en lo obvio. En este poema se ve claramente esta pasión de Paz por las dualidades que se oponen, las transparencias que enceguecen, los enigmas escondidos que quiere ver: “voy por las transparencias como un ciego, un reflejo me borra, nazco en otro”, “miradas enterradas en un pozo”, “tú me llevas ciego de la mano por esas galerías obstinadas hacia el centro del círculo”. Y esa dualidad es precisamente la que lo conforma, porque Paz logra entender que México se forja en la conquista; que en él (es decir en su persona al ser hijo de madre española y padre mexicano) se repite este encuentro de dos mundos que mueren al dar vida a uno nuevo en el que viven y mueren los anteriores.
Las preocupaciones de Octavio Paz me remiten por fuerza al rumano Mircea Eliade, los conceptos que les inquietan sobre la circularidad del tiempo, su concepción de la historia y el erotismo están implícitos en la obra de estos dos genios que vivieron en el Paris de 1945. En Piedra de sol vemos reflejado ese viaje cíclico: todo regresa al principio. El poema está construido por 584 endecasílabos haciendo alusión a la cuenta del ciclo de Venus que regía a los antiguos mexicanos y finalizaba con la conjunción de Venus y el Sol. La dualidad de Venus por ser la Estrella de la Mañana y la Estrella de la Tarde manifiesta esta ambigüedad del universo. Esto también se ve en la construcción de sus metáforas. En este cantar las particularidades de los microcosmos y los macrocosmos, retratando los mundos pequeños y los universos: “todos los nombres son un solo nombre, todos los rostros son un solo rostro, todos los siglos son un solo instante y por todos los siglos de los siglos cierra el paso al futuro un par de ojos”.
La mujer amada es el mundo en ruinas; el amor se contrasta con las transgresiones de la historia y el poema se inunda de mitologías (como las que estudia Eliade): Melusina puede ser una serpiente emplumada, la tierra y el cielo; Perséfone, el descenso y el regreso, el endiosamiento de la mujer como recurso.
“he olvidado tu nombre, Melusina,
Laura, Isabel, Perséfona, María,
tienes todos los rostros y ninguno,
eres todas las horas y ninguna,
te pareces al árbol y a la nube,
eres todos los pájaros y un astro,
te pareces al filo de la espada
y a la copa de sangre del verdugo”
Si comparo Piedra de Sol con otros grandes poemas mexicanos del siglo XX (Muerte sin fin de José Gorostiza o Canto a un dios mineral de Jorge Cuesta), encuentro el poema de Octavio Paz más accesible, haciendo incluso honra a esta frase que él mismo repetía de Ortega y Gasset: “La claridad al escribir es la cortesía del filósofo”. Paz es claro como ese sauce de cristal, como un chopo de agua. Su lenguaje fluye como el caminar del río y se curva como el tiempo, da un rodeo y llega siempre.
Cuando leo a Paz, me sucede esto precisamente, este regreso nuevo a la sorpresa, porque sin duda siempre me asombra con la riqueza de su lenguaje, con sus metáforas impredecibles pero claras, y me seduce con este erotismo suyo ligado a la historia y al tiempo. Piedra de Sol, al igual que toda la obra de Octavio Paz es siempre una revelación, en la que se desborda el conocimiento y tengo la certeza de estar leyendo, tal vez, al más grande de los intelectuales mexicanos del siglo XX.
Bibliografía
1.- Lo mejor de Octavio Paz, El fuego de cada día, Seix Barral.
2.- Piedra del Sol. Un acercamiento comunicológico a la vida-obra de Octavio Paz, Dr. Tanius Karam, Academia de Comunicación y Cultura, Universi.dad Autónoma de la Ciudad de México.
3.- Octavio Paz: el último intelectual mexicano, Soledad Loaeza, Revista Nexos, https://www.nexos.com.mx/?p=8980
4.- https://www.letraslibres.com/mexico-espana/piedra-sol-1957
5.- RODRÍGUEZ ROMERO, NANA Fenomenología y símbolo en “Piedra de Sol” de Octavio Paz. Cuadernos de Lingüística Hispánica [en linea]. 2007, (9), 45-60[fecha de Consulta 25 de Febrero de 2020]. ISSN: 0121-053X. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=322230194006