Editorial

RADIOGRAFÍAS – Instantáneas de Krzysztof Kieslowski

RADIOGRAFÍAS

Instantáneas de Krzysztof Kieslowski

NORMA SALAZAR

Krzysztof Kieslowski (Varsovia, Polonia 1941-1996), antes que nada el director tuvo siempre una comunicación con su natal Polonia. Es viable acceder con rectitud a la obra de Kieslowski lo podemos cotejar en ciertos trabajos de su filmografía alternando con significativas contribuciones en el extranjero, sobre todo porque en buena medida de su excelente filmografía fue creada en años de desdichado reclusión para los países del bloque socialista. Estudió en la Escuela de Cine de Lódz realizó una vasta cuantía de programas dramatizados para la televisión asimismo documentales en Polonia, La fotografía (1968), Cabezas parlantes (1980), tuvo aceptación y dio buen fruto su labor en el séptimo arte a raíz de diez años aprendiendo el oficio pedagógico, combinando el trabajo de la televisión y el cine, conjuntamente esgrimieron para que este cineasta fortaleciera su propio camino creativo, ganándose el respeto del público y los destacados expertos de su nació. Tiempo inmediato se le abrirían nuevos horizontes europeos con relevantes filmografías.

Su estilo fílmico tenía una identidad propia adentro de la industria, Kieslowski debutaría con Pasaje subterráneo a principios de la década de los setenta, la pauta que sentenciaría su estilo inigualable sería La cicatriz que lo transportó de manera contundente un justo reconocimiento confirmado por  El amante, era, pues ya un reconocido director y descubridor de talentos tenía una irrefutable nueva escuela que optó por mostrar una exquisitez crítica e incisiva. En primer término se enfocó a proyectos donde focalizaba su cámara como instrumento infinito para observar los desemejantes acontecimientos sociales

El director polaco Kieslowski fue uno de los grandes documentalistas por excelencia. Realizó magníficos poemas líricos y sensitivos, imágenes auténticas, poner fuera de sí en el centro una diagnosis social. A pesar de tiempos muy largos con problemas de censura política fue motivo para seguir con un trabajo bien definido en el cine. Kieslowski retornaría al mundo de la televisión en su país con una serie inolvidable, hoy, clásica para conocedores, déjeme enfatizar apreciable lector fue una serie cabal tan magistral El Decálogo, obra atraída en los diez mandamientos con la cual catapultó el ejercicio capitular de las series, secuencias para un público conocedor que en aquella época se abriría nuevas expectativas de ver otra televisión, un éxito nunca antes visto, un rating avasallador en Polonia, los capítulos No matarás y No amarás fueron muy premiados por la crítica especializada; él realizó un montaje muy pequeño, tan sólo, diez generosas y concluyentes parábolas dramático-morales que precisan exactamente el hondo sentido ético/humanístico del propio autor, lo concibió con su afectivo amigo y colaborador Krzysztof Piesiewicz; haciendo énfasis a los “valores fundamentales” –según Sigmund Freud– para toda cultura: civilización y religión. Las diez entregas fueron captadas en los condominios de una sola cuadra en la ciudad de Varsovia, en ella pudo compendiar su señalada pasión documentalista con un melancólico afanoso filón poético.

Tiempo posterior veríamos La doble vida de Verónica (1991) una de sus cintas más íntimas y sublimes, constituida de igual forma por episodios complementarios. Una obra poética en toda la película con una altísima musicalidad, signos tenaces dentro de su filmación, otra vez, la vigilancia obsesiva por los seriales, es decir, en este filme en dos partes expuestas con la misma actriz Irene Jacob de igual modo protagonista de la película Rojo, un rodaje en Varsovia y otro en París, una coproducción franco-polaca, dicho filme selló la inscripción de Krzysztof Kieslowski a la cinematografía francesa.

Se aproximaría un nuevo testamento cinematográfico al parecer, él mismo Kieslowski lo intuía con la afamada trilogía: Tres colores inspirada en los valores superiores de la Revolución Gala una de las más enternecedoras e impecables proezas cinematográficas, esta trilogía hace hincapié a los lemas implícitos en la bandera francesa (libertad, igualdad y fraternidad), éste cineasta realizó su trilogía en los años 1993 y 1994, nuevamente la síntesis y obsesión correcta de Kieslowski por los ambiciosos maridajes: Azul, Blanco y Rojo. La primera de ellas fue la atractiva actriz francesa Juliette Binoche, nuestro ingenioso director realizó una obra maestra en ella muestra con respecto el alto costo de valorar la libertad. Segunda reflexión este filme es aterrador porque el punto reflexivo es visibilizar la soledad donde los seres humanos podemos ser las victimas por no atenderlo humanamente, Azul una de los más claras y complejas películas; documentos que un hombre haya sacudido referente a la mujer, asimismo sobre la condición humana.

Blanco, por su parte, revela a un Kieslowski más cáustico y sarcástico en relación de la igualdad o mejor escribirlo la “desigualdad”, la otra historia de un peluquero polaco que radica en París en una condición desfavorable; condición crítica tanto en el ámbito sentimental como económico. Enfoque impasible, ironía sobre la inauguración comercial desmedida que han curtido los países del antiguo régimen como Hungría, Rusia sin descuidar a la propia Polonia, Blanco muestra cómo pudieron consumir productos impensables sin dificultad en Varsovia en palabras del propio cineasta Kieslowski, “un kilo de uranio o bienes raíces hasta actas de nacimiento, diplomas de escuela o pasaportes falsos”. Manifestación inequívoca de quien consideró que con el fracaso de socialismo la humanidad ha experimentado una de sus más dolorosas desilusiones –mucho más porque lejos está el capitalismo de ser la panacea–, el personaje central del segundo título corrobora de regreso a su país que bajo las prácticas del libre mercado y la especulación tiene su única oportunidad, vaya paradoja, de hacer factible la “igualdad”.

Otro punto del proyecto fílmico que no debemos perder de vista se encuentra en la fotografía de Slawomir Idziar y la edición a cargo de Jacques Perner ambos jugaron un papel esencial fueron los más aclamados. Su película Rojo manifiesta la esperanza al congregar en las antes inconcebibles libertad, igualdad y fraternidad; los protagonistas principales de las tres historias los vemos que son libres, iguales y fraternos a pesar de una catástrofe cuyas motivaciones están fuera de su alcance, como juguetes del azar, del destino. Destaca la música de otro de sus más cercanos amigos y colaboradores, Zbiegniew Preisner La doble vida de Verónica representaron un primer enfoque que fue una estrecha y protectora labor franco-polaca. Kieslowski realizó un trabajo muy complejo y cifrado en los títulos de su trilogía que reunió un máximo de símbolos que destacaron en sus películas: el sentido de la vida, la reincidencia del destino, el azar. Al tanto de las motivaciones existentes y atendiendo su próximo serial, éste referente a los temas de La Divina Comedia de Dante Alighieri; resultó sorprendente e inconcebible que un talento cinematográfico de la talla de Kieslowski y por lo mismo, en la que coinciden los más de los tintes capitales en la extensa filmografía de este inolvidable director polaco.

Termino ávido lector Krzysztof Kieslowski dejo su labor en el campo de la cinematografía con plenitud de sus facultades mentales, uno de los enormes cineastas dijo adiós entristecido pero él sabía que arribarían nuevos horizontes efectivos. Un gran ser humano que tomó una decisión importante de saber guardar silencio que concluyó, ya había mostrado todo por su parte.

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