Yaax tun puksi’ik’al
Alan Luna
Letranías
Los antiguos navegaron descalzos,
abrazados en el fuego y el copal,
entre serpientes y jaguares,
entre la vida y la muerte.
Su cuerpo hecho de masa,
sus huesos de madera,
su carne de barro.
El alma de jade,
el miedo la dejo al aire libre,
la batalla entre afuera y adentro,
eterno devenir,
el sol, el día,
la luna, la noche,
ambas se ocultan y nacen en el mar.
Las abruptas y deliberadas voluntades de hierro,
corroen, corrompen, se oxidan,
saquean sin piedad, nos abandonan,
vacíos, estupefactos,
nos llevan al horror del silencio,
la frustración de no ser resistentes,
el paso del tiempo,
la destruye,
el caos su karma de génesis,
su pecado original,
las llamas del fuego más macabro
provenientes del infierno para su creación.
La voluntad de piedra,
el alma de jade,
se forja con los años,
dura,
firme,
bondadosa,
entre suspiros se moldea,
a respiros se talla,
la maestría del artesano decora con símbolos la creación.
El jade y cronos no se conocen.
El alma de jade
adorada arriba y abajo,
respetada con los vivos,
atesorada por los muertos,
la porta el dios del fuego,
la porta la diosa del agua,
el jade es el corazón de la selva.
Los antiguos combatieron descalzos,
torturados por el fuego y la pólvora,
entre jaguares escondidos y serpientes arrolladas,
por su vida y hasta la muerte,
los antiguos anuncian su regreso,
el aviso de los ancestros,
el canto de los nietos.
He salido de Xibalba,
he hablado con Itzamná,
he sido bendecido por Ixchel,
he rezado al Yuum Kin,
he llorado con Nah’uh’.
Han decidido moler los huesos
del faisán y el venado,
cuyos cadáveres aun cubren a su pueblo hincado
ante el comediante con barba de vagabundo.
Los dioses
han decidido soplar el polvo de molienda,
han cubierto mis sueños,
han crecido mis colmillos de serpiente,
han crecido mis alas de murciélago,
han crecido mis garras de jaguar.
En mis ojos se tatúa el nuevo amanecer,
en mi pecho,
el corazón de la selva,
en mi espíritu de copal,
el alma de jade.