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Un drama político de “Borgen”: la primera mujer jefa de gobierno de Suecia renunció 12 horas después de asumir

En Estocolmo se vivió ayer una situación digna de “Borgen”, la exitosa serie dinamarquesa de Netflix. Allí, en la tierra que aparece apenas se cruza el puente de Øresund desde Copenhague, se desarrolló un drama político extraordinario. Como la primera ministra de ficción, Birgitte Nyborg, su colega real, Magdalena Andersson, se convirtió en la mujer que ocupaba por primera vez ese puesto en la historia de su país. Pero no tuvo la suerte de permanecer toda una temporada de diez capítulos en el Palacio de Rosenbad, la sede del gobierno. Fueron apenas 12 horas. Las que transcurrieron entre su asunción y su renuncia. El Parlamento sueco eligió por la mañana a la socialdemócrata Andersson para encabezar un gobierno de coalición con sus socios, los Verdes y los excomunistas del Partido de la Izquierda. Por la tarde, cuando ya se disponía a ir a ver al rey Carlos XVI Gustavo de Suecia para presentar a su gobierno formalmente, se vio obligada a dimitir.

La economista de 54 años no consiguió que le aprobaran el presupuesto que había presentado ante el Parlamento. Los partidos conservadores, incluida la extrema derecha xenófoba, le impuso el suyo. No podía aceptar el chantaje. Se tuvo que ir para ganar tiempo. Ahora intentará formar un gobierno unipartidista. Gobernar en minoría, pero sin bajar las banderas. Peligroso pero posible en este sistema parlamentario mucho más flexible que el presidencialista.

Anderson había salvado la votación matutina por apenas un voto. El procedimiento sueco de elección del cargo de premier no exige tener una mayoría de votos, sino que obliga a no tener la oposición de la mayoría de la Cámara. Son 175 escaños de un total de 349. La socialdemócrata ganó por un voto. Se opusieron 174 parlamentarios -117 votaron a favor y 57 se abstuvieron-. El recinto estalló en aplausos, incluso de todos los que votaron en contra, no sólo habían encontrado en tiempo récord quien reemplace a Stefan Löfven, también socialista, que renunció el 10 de noviembre después de perder una moción de censura, sino que Suecia se ponía a la par de sus vecinos escandinavos y también sumaba una mujer en lo más alto del poder.

La oposición de los populares suecos, los democristianos y el partido ultraderechista Demócratas de Suecia, presentó un presupuesto alternativo que tuvo el respaldado de la mayoría de los parlamentarios. Esto obligaba a la nueva premier a gobernar de acuerdo al mapa impuesto por los conservadores. Los Verdes fueron los primeros en reaccionar y anunciaron que se bajaban del gobierno. Andersson no tuvo otra salida. Ya no tenía coalición ni programa propio. “Según la práctica constitucional, un gobierno de coalición debe renunciar si un partido se va”, explicó ante los periodistas. Pero enseguida se apuntó para encabezar un nuevo Ejecutivo: “Estoy dispuesta a ser primera ministra en un gobierno socialdemócrata de partido único”.

Era el epílogo de una historia anunciada. La líder del partido Centro de Suecia, Annie Lööf, ya había asegurado que su formación no bloquearía la elección de la jefa de gobierno, pero que de ninguna manera apoyaría el plan presupuestario surgido del pacto entre los socialdemócratas y los excomunistas. El presupuesto de la izquierda estaba basado en una economía que avance hacia la transición energética y posicionar a Suecia como líder global en la lucha contra el cambio climático. También aumentaba considerablemente las jubilaciones y daba mayores recursos para los planes sociales. Mayores gastos, endeudamiento, participación estatal, todas malas palabras para la oposición. Y si los centristas dieron la primera estocada contra el presupuesto progresista, fueron los extremistas Demócratas los que sacaron provecho e indignaron a muchos. Per Bolund, el líder de los Verdes, definió la situación como “un momento tormentoso para el país”. Y denunció los “juegos políticos de algunos partidos”. “Para nosotros, la política no es un juego”, dijo ante las cámaras mientras su rostro se enrojecía de nervios.

La ahora ex primera ministra va a intentar formar una nueva mayoría esta misma semana. Andersson ocupó desde 2014 el puesto de ministra de Finanzas y tiene la formación y el ímpetu para lograrlo. Cuando el premier Löfven anunció a su partido, en agosto, la intención de dejar el puesto, Andersson se posicionó como la favorita tanto para liderar a la socialdemocracia como el país. Es la indicada para volver a negociar y regresar al poder. Ya dejó en claro que va a intentar formar un gobierno “socialdemócrata puro”. Lo puede hacer. Los Verdes y los centristas anunciaron que apoyarán su investidura. Se abstendrán en la votación.

De todos modos, no la tendrá nada fácil. Habrá elecciones nacionales el próximo año, en septiembre, y los bloques de centroizquierda y centroderecha están casi empatados en la intención de voto. La sociedad está enfrentada por dos temas cruciales, por un lado, la transición energética para cumplir con los recortes de los gases que provocan el cambio climático y por el otro el aumento exponencial de la violencia pandillera. Suecia se quedó atrás con respecto a sus vecinos en la transformación económica y lleva años sufriendo los enfrentamientos de las bandas juveniles. Pasó de tener una de las tasas más bajas de delitos con armas de fuego de Europa a una de las más altas en las últimas dos décadas.

El país fue sacudido el mes pasado por el asesinato de uno de los raperos más famosos, Einar de 19 años, baleado en Hammarby Sjostad, un suburbio de Estocolmo atravesado por la inseguridad. Ya había sido secuestrado y torturado un año antes por una banda de seguidores de otro rapero, Yasin Byn, que terminó en la cárcel acusado de haber tramado el ataque. El portavoz del pequeño y a la vez poderoso partido de los Moderados, Johan Forsell, escribió la última semana un tuiter dirigido directamente a la primera ministra en ciernes. “Los límites de lo que se puede aceptar en un país civilizado se han superado hace mucho tiempo. Necesitamos acciones, no palabras, para cambiar el rumbo y poner en orden a Suecia”.

A esto se enfrenta Andersson. Sí, parecerían asuntos menores ante la violencia de las pandillas que azotan a Centroamérica o los problemas económicos y sociales de Sudamérica, pero se trata de eso, de Escandinavia, de la política civilizada y romántica que nos mostró –y nos dio tanta envidia- la premier de fantasía Birgitte Nyborg en “Borgen”.

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